lunes, 13 de agosto de 2012

La historia de Pakitsa


Fotografía:
1. Pintura de Moisés Torres. Asháninka del río Tambo. Amazonía peruana. Fuente: http://nilavigil.files.wordpress.com/2009/05/pakitsa.jpg


Por Nila Vigil (lingüista)


Este es un dibujo de Moisés Torres, un asháninka del río Tambo. De él nos dice Maria Heise:

“Como los otros amigos Asháninkas, él me hablaba con frecuencia de todos los malos espíritus que pueblan el monte, del “Katsiborere”, el “Chulla chaki”, el “Casanto” hasta el omnipresente “Tunche”; y me reprochaba por mi imprudencia. Siempre me recomendaba no ir sola, sino acompañada por uno de ellos, que habría podido protegerme en situaciones de peligro. [...] [L]e pedí dibujarme todos estos seres tan misteriosos y tan peligrosos que yo no podía ver. Estos dibujos representan el mundo que Moisés y los Asháninka “ven” y que nosotros, con nuestros ojos, no somos capaces de reconocer.”

Cuando Enrique Casanto, Irma Sánchez y Salomón Diquez vieron los dibujos de Moisés reconocieron en ellos historias y experiencias de su pueblo; el pueblo asháninka.  Aquí, la historia de Pakitsa narrada por Irma Sánchez:

Había una vez una chica que le gustaba criar animales. Un día su papá le trajo de la caza un gavilancito. Su nombre es Pakitsa en asháninka. La chica lo quería mucho y lo alimentaba con pescaditos, trocitos de carne, todo lo que le gustaba a su gavilancito. Así, los dos crecieron juntos. El gavilán se hizo más grande y fuerte, y llevaba a casa animales cada vez más grandes, que él mismo cazaba. Por eso nunca faltaba comida en casa.

Sucedió que el gavilán se había enamorado de la chica y le traía mucha comida para que ella creciera rápido. Una vez traía venado y otra sachavaca.

El gavilán empezó a fabricar un nido muy grande y por eso no regresó a casa de la chica por mucho tiempo. La chica, que también se había enamorado del gavilán, se preocupó mucho por la ausencia de su gavilán.

Pero un día lo vio regresar y se alegró mucho. El gavilán se acercó a ella, pero no le había traído nada. La agarró por la cushma y se alejó volando. Ella gritó, pero nadie pudo ayudarla.

El gavilán la llevó a su nido y desde ese día la hizo su mujer. Para los demás, él era un gavilán; pero para ella era un hombre, era su esposo y comprendía su idioma. El nido de ellos se encontraba arriba, sobre el río Ene.
Pero después, el gavilán ya no cazaba animales sino gente que confiada, bajaba por el río.

El gavilán mató a tantos paisanos que la gente decidió darle muerte. Para ello, la gente construyó un hombre gordo hecho de greda, lo vistieron con una cushma, le colocaron una corona en su cabeza y un remo en la mano. Lo sentaron en una canoa y lo empujaron río abajo.

La mujer del gavilán, que ya estaba acostumbrada a comer gente, vio al hombre gordo que bajaba en la canoa y le gritó a su esposo: “Tráeme a ese gordo que quiero comerlo” Pero las uñas del gavilán se quedaron prendidas en la greda y él no pudo liberarse. Con palos y remos la gente lo mató. Desde arriba, la mujer gritaba: “No lo maten, no lo maten, es mi marido.” Pero nadie le hacía caso.

Las plumas del gavilán empezaron a caer y al tocar el agua se iban convirtiendo en pequeñas canoas. En cada una de ellas, había yines, matsiguengas, shipibos, todos los que viven río abajo, y se empezaron a escuchar distintas lenguas. Es por eso que todos estos paisanos saben hacer bonitas canoas.

La mujer se había quedado viuda y ya no podía seguir comiendo gente. Entonces, regresó a la casa de su madre y convenció a su hermano para que le ayude a matar más gente. Otra vez, los paisanos eran muertos al bajar el río.

Pero un día, bajó al río Avireri, el que puede transformarlo todo. La mujer y el hermano quisieron agarrarlo, pero él los convirtió en dos piedras. Estas dos grandes piedras todavía pueden verse en el Pongo de Pakitsapango. (Heise, Maria y Javier Macera (2002) Pakitsa Pinturas y relatos asháninkas. Tarea Gráfica Educativa, Lima, pp.33-35).

Aquí otra versión de Pakitza, narrada por los compañeros de la Central Asháninka de río Ene:

Cuentan los asháninka que en las alturas del pongo de Pakitza, en la zona más angosta de la cuenca del río Ene, vivía Pakitza que en la lengua española significa “águila”. A esta parte se le llama Pakitzapango que significa “casa del águila”.

Pakitza tenía por esposa a una mujer asháninka y a Pakitza le gustaba comer carne humana. Pakitza, con sus grandes garras, colocaba piedras enormes en el río para hacer un gran muro de piedra y cerrar el paso a los asháninkas que surcaban con sus botes el río Ene. De esta manera los atrapaba y devoraba.

Debido a que Pakitza les hacía mucho daño los asháninkas decidieron matarlo. Entonces construyeron un hombre de arcilla y lo pusieron sobre una balsa para que surque el río Ene. Cuando Pakitza fue a atrapar al hombre sus garras quedaron atrapadas en la arcilla y los asháninkas rodearon y mataron con sus flechas a Pakitza. Quemaron la balsa y las plumas de Pakitza se derramaron surcando por todo el río Ene. Los asháninkas dicen que de estas plumas se han formado todas las demás culturas que conocemos en la Amazonía.

Ahora ¿cuál es la relación de Pakitza con el proyecto de la central hidroeléctrica Pakitzapango? Que precisamente se trata del mismo lugar donde se piensa construir un gran muro de piedra para detener el río.

La misma idea que tenía Pakitza para comerse a los asháninkas.

Es por esto que los asháninkas perciben cualquier obstrucción de su río como una afectación directa a sus comunidades, como si los intentaran matar. Para ellos sería terrible que para hacer la represa se vuelva a construir un gran muro en el mismo lugar donde antes vivía Pakitza.

Nota: la escritura Pakitsa y Pakitza obedece a dos variedades de la escritura asháninka.


(*) Texto publicado originalmente el 27 de mayo de 2009 en: http://nilavigil.wordpress.com/2009/05/27/la-historia-de-pakitsa/


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