jueves, 31 de octubre de 2013

Pedro González: la imaginación del imaginero (*)


1. Pedro González Páucar. Fotografía de Jorge Jaime Valdéz. Fuente: http://suplementosolo4.blogspot.com.es/2013/03/columna-un-mundo-perfecto_26.html



Por Jorge Jaime Valdéz

Pedro González Páucar pertenece a una familia de artistas. Heredó el arte de la imaginería de su abuelo, don Pedro Abilio, maestro de la artesanía peruana. Justamente, esta semana, el Congreso de la República y MINCETUR le otorgaron el Premio “Joaquín López Antay 2013” como uno de los artesanos más destacados del Perú. Reconocimiento que tardó, pero que llega con toda justicia por su enorme trabajo como artista de la imaginería y cultor de una tradición que, en pocos lugares, aún se viene practicando.

Nació en Aza, un pueblito que pertenece a El Tambo (Huancayo), creció rodeado de eucaliptos, retamas, maizales, sembríos verdes y amarillos, y sobre todo del “ala” o maguey, soporte fundamental de la imaginería, ese arte muy antiguo de modelar figurillas con yeso, tela encolada, tierras de colores y mucha imaginación.

Desde niño, de juego en juego, aprendió del abuelo, al igual que su hermano Javier, a darle vida al tronco del maguey para crear un mundo lleno de color y formas. Están los habitantes del pueblo y sus costumbres, los músicos, los danzantes, las imágenes religiosas, las Cruces de Mayo y una galería enorme de personajes del Valle del Mantaro.

Pedro mantiene la tradición que es la esencia de la artesanía. Desde joven se interesó por revalorar el rol de los artistas populares, publicó, con un grupo de intelectuales, la revista “Kamaq Maki” (Mano creadora) de la asociación de artesanos del mismo nombre, recordada por su aporte a la cultura de la región. Ha expuesto en diversas galerías del mundo y, anualmente, viaja a Santa Fe, Estados Unidos, a mostrar su arte a coleccionistas y amantes del arte tradicional de todo el mundo.

Conoce, como pocos, de textilería y toda su iconografía, tiene una interesante colección de máscaras de diferente factura, además de que es una persona sumamente generosa, al igual que toda su familia, pues la grandeza de espíritu también se aprende. “Pedrito”, para los amigos, está siendo reconocido recién por el Estado peruano. Se celebró, hace poco, el día del Artesano, palabra con tufillo peyorativo para nombrar a los “artistas populares” que no tienen nada que envidiar a los cultores del arte canónico, elitista u oficial.

Esperamos que este premio al estupendo imaginero sirva de puente para que otros artesanos o artistas populares sean valorados en su real dimensión y que nos permita, a los huancaínos, conocer y acercarnos a su obra.


Ceremonia de premiación

Con el premio "Joaquín López Antay 2013" fueron distinguidos, el pasado 21 de marzo, 12 de los más destacados artesanos del país —en el marco de las celebraciones por el Día Internacional del Artesano—, entre los que se encontraba nuestro único representante regional: Pedro Gonzales Páucar. El reconocimiento se dió en la sala Raúl Porras Barrenechea del Congreso de la República, con presidencia de la Primera Vicepresidenta de la Nación, Marisol Espinoza Cruz, además del Ministro de Comercio Exterior y Turismo, y la Directora Nacional de Artesanía. "Solo 4" fue el único medio local presente, y traerá mayor información para ustedes en la próxima edición.


(*) Publicado originalmente en el suplemento cultural Solo 4  del diario Correo de Huancayo el 26 de marzo de 2013.


Fuente:





La faja, milenaria prenda andina (*)




Por Manuel F. Perales Munguía

En los Andes, la actividad textil ha tenido gran importancia desde la época misma de la llegada de los primeros seres humanos a este territorio, tal como demuestran varios hallazgos que datan de los tiempos del periodo Precerámico. A partir de entonces, con el transcurso del tiempo, la textilería fue alcanzando paulatinamente niveles más altos de expresión estética y calidad técnica, que se pueden apreciar en los magistrales tejidos de pueblos como Paracas, Huari o Chancay.

En los tiempos del Tahuantinsuyo, los textiles cumplían un papel central en la política, al ser considerados elementos con los que se podían pactar acuerdos o sellar alianzas, entre líderes locales y funcionarios del Estado. El propio Inca solía regalar prendas muy finas, o ropa del tipo “cumbi”, a quienes le demostraban lealtad.

Por otro lado, en el aspecto mágico-religioso y ritual, la ropa servía también como un recurso que protegía a su portador de los malos espíritus o maleficios. En este sentido, gracias al estudioso John Murra, hoy sabemos que cuando había enfrentamientos bélicos entre bandos opuestos, se buscaba quitarle la ropa al enemigo, creyendo que con ello se le causaba daño y se le podía vencer.

Un tipo de prenda que ha tenido una fuerte presencia, como parte del vestuario de las poblaciones andinas prehispánicas, es la faja, cuyo uso fue generalizado en el antiguo Perú, y lo es aún en nuestros días. En cada región se le conoce con un nombre distinto e, incluso, en la sierra central peruana esta diversidad de términos es destacable. Así, por ejemplo, en Huancavelica se le denomina “chumpi”, en tanto que en el valle del Mantaro es llamada “watraku” o “watruku”, según la zona en la que nos encontremos.

En nuestra región, las fajas conservan aún muchos de los atributos que tenían sus similares de tiempos prehispánicos. Por ejemplo, todavía algunas de ellas se elaboran “por encargo”, con la finalidad de entregarlas en calidad de obsequio a otra persona, con ocasión de alguna celebración o acontecimiento especial. Asimismo, persiste todavía en varias comunidades la convicción de que esta prenda es un elemento protector frente a “daños” que podrían ser, eventualmente, causados por algún enemigo.

En el caso específico del valle del Mantaro, el uso tradicional del “watraku”, en contextos rituales y de trabajo, es todavía importante en varias comunidades, como se observa en las celebraciones de San Lucas en octubre, que marcan el inicio de la siembra, o en las fiestas de Santiago o “Tayta Shanti” en julio.

En el ámbito urbano, en ciudades como Huancayo y localidades vecinas, la presencia de la faja se ha afianzado en ocasiones como el tiempo de carnavales, donde esta prenda persiste aún como elemento indispensable del vestuario del Huaylarsh Moderno.

Por todo lo expuesto, resulta evidente que la faja es, quizás, la única prenda prehispánica que mantiene bastante vigencia hasta la actualidad. Su presencia debe considerarse, entonces, como una muestra clara de la fuerza y vigor de nuestra cultura andina, en el contexto actual de globalización. Por eso mismo, debe rescatarse su valor como referente de identidad para nuestros pueblos.


(*) Publicado originalmente en el suplemento cultural Solo 4  del diario Correo de Huancayo el 8 de abril de 2013.


Fuente:





Adiós, mamá Cancialina (*)


1. “Tengo grabada, en mi corazón, la imagen de encontrarla sentada en su corredor, con el telar estirado del poste a su cintura”. Fotografía Soledad Mujica. Fuente: http://suplementosolo4.blogspot.com.es/2013/04/adios-mama-cancialina.html


Por Pedro González Páucar


Cancialina Laureano Marín, la tejedora del “challpi wathrako” (faja multicolor), partió de viaje a la eternidad el 6 de marzo. Su ausencia afecta profundamente y enluta el arte popular. Nos indigna que, en vida, no haya sido reconocida por autoridad alguna, siendo una de las más grandes exponentes de la textilería tradicional Wanka y del Perú.

Desde 1979 hasta mediados del 90, nuestra querida Cancialina —junto a otros artistas renombrados— perteneció a la asociación de artesanos “Kamaq Maki”. Gracias a su talento, sus tejidos se encuentran en colecciones, estudios y museos de Europa, Japón y EE.UU. Ha sido más conocida y respetada en el exterior por especialistas en textilería que en el Perú, donde solo un puñado de admiradores y artistas la frecuentábamos.

Para apreciar y comprender el valor de su trabajo, se requiere tener cierta sensibilidad y conocimiento de su uso, reconocer sus texturas, conocer el leguaje de sus figuras, la aplicación de los tintes naturales a sus hilos y más.

Para los conocedores, las fajas de Cancialina siempre despertaron admiración por su alta calidad artística, por la complejidad de su técnica y la armonía de sus colores. Para tener una idea, una faja de 10 cm contiene como mínimo 840 hilos de urdiembre y, a lo largo de 190 cm, desfilan un sin número de figuras estilizadas conservando aun las estructuras prehispánicas.

Pocos fuimos los que tuvimos la suerte de conocerla y el privilegio de recibir, alguna vez, sabias lecciones de la lectura iconográfica de la faja. Con su español entreverado con “Wanka limay” (hablar Wanka) y su risa fácil, se dejaba entender, inspiraba afecto, respeto y ternura. Me temo que con ella perdemos a la heredera de un conocimiento que viene desde hace miles de años.

Cancialina nació en Viques, en 1926, fueron tres hermanas las que aprendieron el arte de tejer de su madre María Marín, y ella, a su vez, lo recibió de la suya, Antonia Sinche. Guardaba entre sus prendas, como una joya, la faja fina de “pampa” azul de su mamá (gastada los bordes por el uso) que, de vez en cuando, mostraba para usarla como modelo.

Me contó que a los 12 años ya dominaba la “kallwa” (telar de cintura) y, a los 17, se inició llevando a la feria dominical sus tejidos. Nunca tuvo un puesto, solo colocaba su manta en algún rincón y ofrecía su trabajo a los turistas. En los últimos años, continuó tejiendo,  pero solamente por pedido.

Vivió en su casita de adobes y tejas, en la esquina de la plaza de Viques. Tengo grabada, en mi corazón, la imagen de encontrarla sentada en su corredor, con el telar estirado del poste a su cintura, concentrada con los dedos en la urdiembre, haciendo el “aklay” (selección de los hilos para la figura). Mamá Cancialina trabajó hasta que se derrumbó el techo de su habitación principal y, con ello, se desprendió el poste del corredor, por lo cual ya no pudo «estirar su urdiembre». Los últimos años, los pasó quejándose de sus hijos que no repusieron la columna para proseguir con su arte.

Con el viaje sin retorno, cierra una etapa y deja el camino de la creación a su hija Blanca Huamán (ganadora de un concurso nacional de tejidos el año pasado), para seguir las huellas de su extraordinaria madre. Esperamos que así sea.


(*) Publicado originalmente en el suplemento cultural Solo 4  del diario Correo de Huancayo el 8 de abril de 2013.


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