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jueves, 31 de octubre de 2013

La faja, milenaria prenda andina (*)




Por Manuel F. Perales Munguía

En los Andes, la actividad textil ha tenido gran importancia desde la época misma de la llegada de los primeros seres humanos a este territorio, tal como demuestran varios hallazgos que datan de los tiempos del periodo Precerámico. A partir de entonces, con el transcurso del tiempo, la textilería fue alcanzando paulatinamente niveles más altos de expresión estética y calidad técnica, que se pueden apreciar en los magistrales tejidos de pueblos como Paracas, Huari o Chancay.

En los tiempos del Tahuantinsuyo, los textiles cumplían un papel central en la política, al ser considerados elementos con los que se podían pactar acuerdos o sellar alianzas, entre líderes locales y funcionarios del Estado. El propio Inca solía regalar prendas muy finas, o ropa del tipo “cumbi”, a quienes le demostraban lealtad.

Por otro lado, en el aspecto mágico-religioso y ritual, la ropa servía también como un recurso que protegía a su portador de los malos espíritus o maleficios. En este sentido, gracias al estudioso John Murra, hoy sabemos que cuando había enfrentamientos bélicos entre bandos opuestos, se buscaba quitarle la ropa al enemigo, creyendo que con ello se le causaba daño y se le podía vencer.

Un tipo de prenda que ha tenido una fuerte presencia, como parte del vestuario de las poblaciones andinas prehispánicas, es la faja, cuyo uso fue generalizado en el antiguo Perú, y lo es aún en nuestros días. En cada región se le conoce con un nombre distinto e, incluso, en la sierra central peruana esta diversidad de términos es destacable. Así, por ejemplo, en Huancavelica se le denomina “chumpi”, en tanto que en el valle del Mantaro es llamada “watraku” o “watruku”, según la zona en la que nos encontremos.

En nuestra región, las fajas conservan aún muchos de los atributos que tenían sus similares de tiempos prehispánicos. Por ejemplo, todavía algunas de ellas se elaboran “por encargo”, con la finalidad de entregarlas en calidad de obsequio a otra persona, con ocasión de alguna celebración o acontecimiento especial. Asimismo, persiste todavía en varias comunidades la convicción de que esta prenda es un elemento protector frente a “daños” que podrían ser, eventualmente, causados por algún enemigo.

En el caso específico del valle del Mantaro, el uso tradicional del “watraku”, en contextos rituales y de trabajo, es todavía importante en varias comunidades, como se observa en las celebraciones de San Lucas en octubre, que marcan el inicio de la siembra, o en las fiestas de Santiago o “Tayta Shanti” en julio.

En el ámbito urbano, en ciudades como Huancayo y localidades vecinas, la presencia de la faja se ha afianzado en ocasiones como el tiempo de carnavales, donde esta prenda persiste aún como elemento indispensable del vestuario del Huaylarsh Moderno.

Por todo lo expuesto, resulta evidente que la faja es, quizás, la única prenda prehispánica que mantiene bastante vigencia hasta la actualidad. Su presencia debe considerarse, entonces, como una muestra clara de la fuerza y vigor de nuestra cultura andina, en el contexto actual de globalización. Por eso mismo, debe rescatarse su valor como referente de identidad para nuestros pueblos.


(*) Publicado originalmente en el suplemento cultural Solo 4  del diario Correo de Huancayo el 8 de abril de 2013.


Fuente:





lunes, 2 de septiembre de 2013

Abel Beriche, genio de los rostros de la Huaconada (*)





Por Manuel F. Perales Munguía


En los Andes prehispánicos, la máscara era uno de los elementos atávicos más importantes de muchas danzas, tal como ocurría con el antiguo “taqui” del “guacon” o “saynata”, en el cual sus ejecutantes portaban caretas cuyas facciones «eran del puro demonio», según el jesuita José de Acosta, como consta en su “Historia natural y moral de las Indias”, publicado en 1590.

Por otro lado, los hallazgos arqueológicos de máscaras de madera y cerámica respaldan lo dicho en las fuentes escritas coloniales, como ha indicado el investigador Sergio Barraza.

Hoy, este elemento sigue jugando un papel fundamental en el desarrollo de distintas danzas andinas, incluso como elemento que permite al danzante apropiarse de aquello que le resulta foráneo y extraño, para así dominarlo. Por esta razón, especialistas como Gisela Cánepa han señalado que la máscara andina posee un particular poder mediador y transformador, con el cual sus portadores expresan y ocultan algo a la vez.

En el valle del Mantaro, ésta mantiene gran vigencia como expresión de identidad, mediación y transformación, gracias a artistas populares que, muchas veces desde el anonimato, mantienen viva esta tradición milenaria.

Precisamente, uno de ellos, el maestro Abel Beriche Macha, heredero de un linaje de talladores eximios, se dedica desde niño a la confección de las máscaras empleadas en la danza de la Huaconada, declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en el 2010.

Don Abel, natural de Mito, vive en su sencilla casa de arquitectura tradicional cerca del paraje “La Huaycha”, donde encuentra la inspiración necesaria para tallar con sus manos mágicas, los magistrales rostros que, cada mes de enero, dan vida a los imponentes y admirados “huacones” en Mito y otras localidades vecinas. Su hijo, José Carlos, y sus hermanos también continúan con esta tradición y, gracias a ello, tenemos la seguridad que el arte de don Abel trascenderá los tiempos.

Como parte de las acciones de salvaguarda de nuestro patrimonio cultural, el pasado 19 de marzo, Día del Artesano Peruano, el Ministerio de Cultura otorgó a don Abel Beriche el reconocimiento como Personalidad Meritoria de la Cultura Peruana, máxima distinción en mérito a su arte y su persistencia tenaz en la conservación de una tradición cultural andina que, pese a la persecución, etnocidio y discriminación de la cual ha sido víctima, se alza vigorosa frente a la mal entendida modernidad.

Gracias a don Abel, tenemos hoy el privilegio de admirar las maravillosas máscaras que expresan aquellas facciones «del puro demonio» que siglos atrás impresionaran tanto a José de Acosta.


(*) Publicado originalmente en el suplemento cultural Solo 4 del diario Correo de Huancayo el 1 de abril de 2013.



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