sábado, 4 de junio de 2016

Tablas de Sarhua. Alza techo (*)



Por Roberto Villegas Robles (**)


Cada vez que en nuestro país encontramos una manifestación artística no conocida que se hace en algún pueblo, nos damos con la sorpresa de no saber ¿qué es lo que ha sucedido, de donde viene, es una creación o una recreación?

Esto debido a que los invasores españoles que luego nos conquistaron impusieron su cultura con todas sus costumbres. Uno de los daños tremendos que causaron, dentro de otros, fue que desaparecieron a los amautas, seguramente que matándolos destrozando de esa manera la persistencia de la cultura andina, para luego decir que el pensamiento de ellos es el perfecto, nos trajeron la idea de los seres negativos como es el del diablo, que no existía ni existe en alguna de las religiones del extenso mundo andino.

Hurgamos en la memoria y pensamos en la historia que nos han enseñado o hemos leído en nuestra época de estudiante. Cada cual recuerda a sus maestros y también en las informaciones de los libros leídos. Atilio Sivirichi, el famoso historiador cusqueño que nos encendía el espíritu y nos henchía de emoción cuando nos relataba la historia del mundo andino, en las clases que impartía en la Escuela de Bellas Artes; y es ahí cuando podemos recordar sus relatos, como el de la época del Quinto Virrey, Álvarez de Toledo, quien mandó a pintar en el año 1572 cuatro paños que envió al rey de España Felipe II, en ellos estaban representados los gobernantes incas hasta Huayna Cápac y además sus descendientes; en esa colección no estaba la imagen de Atahualpa. Este interés fue producto del extenso viaje que realizó por el Virreynato del Perú, donde interrogó a curacas, quipucamayocs y nobles incas y como resultado de ello redactó un Informe para el rey de España. También encargó confeccionar lienzos y tapices donde se fijasen los hechos más importantes de la historia de los incas, sus ídolos, la traza de sus templos y otros datos de interés, trabajo que se encomendó a los artífices nativos más expertos. Estos paños, así como el Informe del virrey y la segunda parte de la Historia Índica de Sarmiento –referente a la historia de los incas– fueron enviados al rey en 1572, siendo portador del encargo don Gerónimo de Pacheco. Desafortunadamente todos estos lienzos se perdieron en el incendio de la Casa del Tesoro del Alcázar de Madrid que sucedió el año 1734.

Lo importante es que la historia estaba referida en lienzos que llamaban quellcas y que los incas mandaban a confeccionar, la historia se registraba de esa manera. Fernando de Montesinos en una de sus crónicas menciona que las denominadas quellcas se guardaban en un recinto conocido como Pokencancha, donde se depositaban.

No hay otros cronistas que mencionen este legado cultural, lo que significa que los destruyeron, desapareciendo de esta manera uno de los registros históricos importantes del mundo andino.

Pero eso significaba que una de los formas de relatar la historia era a través de gráficos y pinturas, como gráficos son los íconos que se registraron y se registran a través de los keros, y los de los tejidos, que aún se siguen haciendo y que las mujeres culturalmente andinas saben el significado de cada uno de ellos. Debemos entender que la escritura no solamente es la alfabética, que es un proceso lento de la historia, sino también la silábica y la gráfica, dentro de otras sutilezas.

La mejor manera de entender este sistema de comunicación lo podemos observar en la obra de Huamán Poma de Ayala, quien con líneas simples relata los acontecimientos de la época que le tocó vivir; y si es que hacemos breves análisis de ellos podemos observar que cada vez que nombra a los sacerdotes de la época, curiosamente los define como de la zona de Huánuco, de donde eran oriundos sus padres. Sabemos que esa fue la zona de la cultura Kotosh, que fue importante desde el punto de vista religioso y cultural, y que influenció fuertemente a las demás culturas andinas; si observamos los gráficos de esa cultura podemos observar que hay diseños que se siguen empleando en el grupo etnolingüístico pano y entre ellos a los shipibos y sharanahuas; es importante entender la estructura mental que aún persiste en el pensamiento cultural mencionando a los de la selva; si es que ellos llevan la imagen de las víboras, no es que adoren a estos animales, sino que estos al ver que la persona los porta significa que los mata, por lo tanto huirán ante la presencia de su imagen; lo mismo sucede si es que un hombre tiene en su collar un diente de otorongo, este animal al ver el collar huirá; qué diferencia con el pensamiento del hombre europeo, que nos han tratado de imponer, pues si ellos portan la imagen de un ser negativo es porque lo adoran. Esto nos da a entender que la cultura autóctona no ha muerto, que aún sigue vigente.



Travaxo / papa, oca, tarpui pacha (día de la siembra de la oca). Dibujo tomado del libro Nueva crónica y buen gobierno de Felipe Guamán Poma de Ayala (1615). Fuente: http://www.latinamericanstudies.org/incas.htm



Huamán Poma era descendiente de una noble familia Yarovilca, en la que derivó la cultura Kotosh. Se dedicó a escribir su Nueva crónica y buen gobierno, uno de los libros más originales de la historiografía mundial. En esta obra, de 1180 páginas y 397 dibujos, que escribió entre 1600 hasta 1615, fue escrita para al rey Felipe III de España; la Corónica describe las injusticias del régimen colonial y sostiene que los españoles fueron colonos extranjeros en el Perú, «Es nuestro país», dijo, «porque Dios nos lo ha dado a nosotros». El rey nunca recibió el documento. Nunca se supo cual fue su destino. Estuvo perdido durante siglos, hasta que fue encontrado en 1908 en la Biblioteca Real de Copenhague por Richard Pietschmann, quien lo presentó a la comunidad científica internacional en 1912. En 1936 fue publicado en edición facsimilar al cuidado de Paul Rivet y con una introducción escrita por quien lo había encontrado. Julio C. Tello ensalzó inmediatamente su importancia incomparable: «No existe libro alguno escrito en este período que pueda competir con él en riqueza de información, clarividencia y valentía del autor para enjuiciar los acontecimientos de su tiempo».

Hay otra obra importante en la que se puede observar la característica de la obra pictórica del hombre andino y es el trabajo que mandó recopilar el Obispo del Obispado de Trujillo, don Baltasar Jaime Martínez Compañón y Bujanda. Este obispado era muy grande, tenía aproximadamente 150’000 km2. Cubría un área que comprendía parte de lo que hoy es Ecuador por el norte, por el sur hasta el río Santa y la bahía de Chimbote. Un territorio de 1300 km de largo por 500 km de ancho comprendía los actuales departamentos de Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Cajamarca, Amazonas y San Martín.

Ante tan basto territorio decidió visitar toda la diócesis, la que realizó en tres años de 1782 ha 1785, la que hizo junto a un grupo de dibujantes y escribientes. Al año siguiente se pudo confeccionar un detallado mapa del obispado y la reunión de 1411 láminas que se compilaron en 9 volúmenes, las mismas que se conservan en la Biblioteca de Palacio en Madrid; naturalmente que se confeccionaron varias láminas del mismo tema, las mejores las envió al rey de España. Pero no escribió los textos explicativos, solamente los índices de las láminas, por lo que desafortunadamente la obra quedo inconcluso; esto debido a que el Obispo fue promovido a la Arquidiócesis de Bogotá el 13 setiembre de 1788, permaneció en Trujillo hasta el 16 de enero de 1791, durante ese tiempo envió al Príncipe de Asturias sus valiosas colecciones de antigüedades peruanas existentes en el Museo Arqueológico de Madrid. Murió en Bogotá en 1797.


Fue una época interesante para España la que se llamó de la Iluminación, pues se puede considerar que recién conocieron la importancia de las tierras que habían invadido, fruto de ello fue que propiciaron viajes de muchos equipos científicos por toda la América.

El trabajo de Martínez Compañón es de gran importancia pues las láminas fueron una detallada información gráfica sobre los diversos aspectos de la naturaleza y el trabajo del hombre andino, las formas en que se trabajaban las minas, los aspectos artesanales, costumbres, vestimenta, enfermedades, y también sobre las fiestas y bailes y varias láminas sobre la música que se tocaba en la época, no solamente caligrafiadas, sino también con el texto. Otro de los aspectos importantes fue la compilación de 43 palabras en las 8 lenguas nativas que se hablaban en esa época.

Durante sus viajes fue coleccionando objetos arqueológicos y etnográficos. En 1788 envió una variada y valiosa colección de cerámica a Carlos III, parte de esta colección se conserva actualmente en el Museo de América de Madrid. En la Real Biblioteca de Madrid se guardan numerosas acuarelas descriptivas del área y sus habitantes, mandadas a realizar por él.

Comentando su viaje Martínez Compañón escribiría después...«He recorrido tantas o más tierras… porque en el discurso de dos años, ocho meses y diez días apenas he cesado día y noche de dar vueltas como loco»… «Me he vuelto tan viejo y lleno de canas que si Vuestra Excelencia me viese no me reconocería».





Danza de los diablicos de Túcume. Tomado del libro Trujillo del Perú de Baltasar Jaime Martínez Compañón y Bujanda (S. XVIII). 



No se conoce quienes fueron los dibujantes. Es posible que Martínez Compañón haya recurrido a los servicios de artistas populares que alternaron al lado de sus cartógrafos escolarizados y eso se evidencia en la manera en que se solucionaron las acuarelas, es de manera popular, no académica.

La existencia de las acuarelas ordenadas por Martínez Compañón fue ignorada bastante tiempo. Su descubrimiento empezó con la comunicación que en 1881 hizo Marcos Jiménez de la Espada al Congreso Internacional de Americanistas. En 1900 el diplomático peruano Luis Ulloa revisó las acuarelas interesado en los mapas que podrían servir para definir fronteras internacionales. En 1936 Jesús Domínguez Bordona publicó la primera edición de las acuarelas de Martínez Compañón, Colección Madrid. Surgieron a raíz de esto numerosos estudios realizados por antropólogos y folkloristas. Con motivo de celebrarse los 500 años de la creación de la ciudad de Trujillo del Perú el día 17 de enero de 1985, se realizó una edición facsímil.

Estas son las dos experiencias visuales históricas que anteceden en la actualidad a las pinturas de Sarhua; hay otras evidencias de entre las pinturas populares que se han hecho y siguen haciendo en los diferentes pueblos peruanos. Uno de ellos fue la obra del pintor cusqueño Julio Villalobos Miranda, que se encargaba de pintar los letreros de picanterías y chicherías, lo hacía con un estilo muy peculiar, luego se encargó de relatar en lienzos pintados a la tempera todas las costumbres que sucedían con ocasión de la procesión del Corpus Christie, que es una de las festividades importantes de la ciudad imperial.




Procesión del Corpus Christie: la Virgen del Carmen. Pintura sobre tela. Julio Villalobos Miranda. Siglo XX. Cusco. Foto: Roberto Villegas R.



El registro mas antigua sobre esta Sarhua corresponde a la visita que hiciera Juan de Palomares en 1574. Sus costumbres no han variado mucho, como la denominación de su estructura dual dividiéndose en los ayllus Sawqa que son los naturales y Qullana los extranjeros; es probable que estos últimos sean la implantación de la costumbre de la etapa del Tawantinsuyo que cuando vencían a un grupo contrario, a la parte intelectual los desfasaban de su tierra y lo ponían en otra región, acción que los Incas decían mitimae; es interesante cómo es que el resultado de esa acción no ha desaparecido, que aún persiste.

Con los antecedentes mencionados estamos en la certeza que el arte pictórico sarhuino es producto y característico de la cultura andina. Esta población está ubicada a 3,389 msnm. Y tiene una economía ganadera y agraria. El 24 de julio se celebra a San Juan Bautista patrón del ganado, y el 15 de agosto a la Virgen de la Asunción, patrona de la agricultura y son las fiestas mas importantes que se celebran con gran boato, es esta una de las ocasiones para ver la vestimenta tradicional de este pueblo y observar los instrumentos musicales que utilizan.

En Sarhua, las tablas se pintan por encargo de los padrinos durante la construcción o ampliación de una casa y su colocación se hace en una ceremonia llamada tabla «apaykuy» (procesión de las tablas pintadas), hay una información equivocada que dice que se colocan las tablas como costumbre matrimonial, pero en algunas oportunidades coincide que bautizan una casa en un matrimonio. En una etapa se les denominaba Alza techo, porque son colocadas de la pared hasta el vértice interno del techo y da la sensación visual de estar sosteniendo el techo, pero no cumple ninguna función de sostén. Lo importante es que la «tabla», no es de madera, sino que es el tallo floral del maguey, material blando que no soporta peso por ser muy liviano por ser una planta suculenta, esta es cortada de su base a dos metros y luego por su mitad longitudinal, que tiene una medida de 20 centímetros de diámetro, aproximadamente, la parte que servirá para pintarla es alisada y cubierta con cal, que le da una característica blanca y lisa.

Tradicionalmente el tema, por ser obsequio de los padrinos a las personas que habitaran la casa, esta referido a esa familia, lo que vendría a ser la «Historia de la familia» la misma que estará representada individualmente, en su aptitud cotidiana y con los elementos o animales de su entorno.


La forma tradicional formal de los cuadros consta de 7 u 8, siendo el primero el que corresponde a la religión andina, poniendo los dioses tutelares, como son el inti, sol y la killa, luna, en la parte inferior los personajes de la religión católica, si es que la familia es ganadera corresponderá a San Juan Bautista, significando que es del ayllu qollana, y si es ganadero será la Virgen de la Asunción, del ayllu de los naturales, en los demás espacios se pintarán las escenas cotidianas que corresponde al padre y a la madre y también a las personas que han ayudado a construir la casa, algunas veces agregan breves textos que explican la construcción de la casa

Lo importante es ¿Desde cuándo se sabe en Lima sobre las Tablas de Sarhua?, según el Dr. Pablo Macera que las primeras noticias que se tuvieron de ellas fue difundida en la Universidad de San Marcos por un alumno ayacuchano en 1945, durante una clase del historiador Raúl Porras Barrenechea. A partir de esa información, Porras estableció una relación entre las tablas de Sarhua y los kipus y las qellcas precolombinas, que eran formas de registro informativo incas. La otra fecha que fue más difundida fue por la acción del sarhuino Primitivo Evanán Poma, que es el mejor difusor y magnífico promotor, que luego se convirtió en pintor, es debido a él es que se inauguró la primera exposición en Lima en la Galería «Wamanqaqa», en el Jirón de La Unión, el año 1975, esa fue la primera vez que el público limeño pudo apreciar esta importante manifestación artística; desde esa fecha la difusión fue mas prolífica.

Sarhua es la capital de uno de los doce distritos de la provincia de Víctor Fajardo en Ayacucho. Es un pueblo cuya gente se dedicaba exclusivamente a la agricultura y a la ganadería, la que ha cambiado porque uno de sus ingresos importantes lo conforman las obras de artesanía que producen.

La acción de Evanán ha significado un cambio rotundo para su pueblo y muchos de sus paisanos.



Viga de Sarhua. Pintura sobre madera. Siglo XX. Sarhua, Ayacucho. Foto: Roberto Villegas R.



La investigación de Sarhua continúa como en el caso de la historiadora del arte Sirley Ríos manifiesta que el proceso de elaboración de las tablas se ha ido modificando con el tiempo, así como su función. Antiguamente se elaboraban con las maderas de la zona como el pati, aliso o eucalipto y se pintaban con tierras de colores. Los pigmentos se extraían de los tintes de las plantas. Posteriormente reutilizaron anilinas compradas en las ciudades o ferias rurales y en la actualidad de utiliza las témperas. Los lápices se confeccionaban de palitos quemados de sauce que dan el color negro. Inclusive se usaban las plumas de las gallinas.

Después de cortar la madera y alisarla, se hace una mezcla con cola y yeso hasta obtener una pasta blanca con la que enluce la cara que se va a pintar. Luego se realizan los primeros dibujos en color negro y se comienza a pintar las imágenes. Las vigas presentan una división por recuadros, cuya lectura visual es de abajo – arriba. En la parte inferior va una dedicatoria o recuerdo del compadre y luego la imagen de la Virgen de la Asunción o San Juan Bautista, santos patrones de Sarhua. Después se dibujan a los dueños de casa representados en toda su actividad, sus costumbres, vestidos, oficios y animales. Luego aparecen los familiares de los dueños de casa en sus diferentes actividades particulares junto a sus animales, después muchachas y cargadores de chicha. Al final, en la parte superior aparece el inti (sol) a la derecha y killa (luna) a la izquierda, con un fondo de cerros tutelares o apus. Las separaciones de los recuadros son cintas o grecas de flores domésticas y silvestres, figuras geométricas, estrellas o la representación abstracta de laguna. Estas separaciones tienen una carga simbólica en el pueblo. Las grecas son muy variadas y esto se debe a que, en el pueblo, son consideradas como la evocación del wamani (protector) de cada una de las familias que se representan en las tablas.




(*) El artículo fue escrito en 2015 y fue leído el Día del Artesano en Ayacucho celebrado en marzo de 2016.

(**) Investigador de arte popular tradicional de Perú, crítico de arte y pintor. Entre sus libros destaca Artesanías peruanas (Lima, 2001).








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