martes, 7 de mayo de 2013

Julio Gálvez Ramos: Domador de piedras de Huamanga (*)






Por Elida Vega


Como muchos "maestros" ayacuchanos, don Julio nació con una inigualable habilidad artística entre sus manos. Prueba de ello, se refleja en la estrecha relación que desde pequeño mantiene con las piedras de Huamanga, cuya dureza se transforma en "docilidad" cuando decide tocarlas y tallar en ellas, como por arte de magia, inimaginables figuras y personajes.

Si hay alguien que puede distinguir y diferenciar "al ojo" la calidad entre los muchos tipos de piedra de Huamanga que existen, trabajarla con mucho esmero y con sumo cuidado, además de proyectar creatividad en cada uno de los diseños que esculpe, ese es el maestro Julio Gálvez Ramos, máximo representante del tallado en piedra en Santa Ana, barrio ayacuchano que no solo es cuna de tejedores sino también de talladores.

Llegar a Santa Ana, cuna de la artesanía ayacuchana, no es cosa difícil, sobre todo porque escasos minutos la separan de su capital, Huamanga. Precisamente, su cercanía a la ciudad fue lo que nos impulsó en la búsqueda de quien según comentaban las buenas lenguas, es el máximo representante del tallado en piedra en la ciudad de las 33 iglesias, Ayacucho, y vaya que no se equivocaron.






SU MADRE, SU IMPULSORA

Lo encontramos en pleno descanso, pero en una muestra de humildad y caballerosidad, no dudó en abrirnos las puertas de su taller para contarnos cómo comenzó su romance con tan "dura" pareja.

Lo primero que nos aclara es que empezó desde muy pequeño, a los seis años exactamente. Y fue otro gran maestro del tallado, don Silvestre Quispe, quien cultivó en él el arte del tallado en piedra, aunque fue su madre –nos aclara– quien terminó de inclinarlo por un oficio que le significó más de un rédito en su apego por el arte.

"Regresando del mercado mi mamá se encontró una piedra de Huamanga, me levantó en la mañana, me la dio y me dijo "oye, levántate y trabaja esta piedra, tanto que dices que sabes trabajar, pero no veo nada". La miré y con un cuchillo de cocina, que ella misma afilaba en su batán, empecé a trabajarla. Tallé a mi propia madre con ojos cuadraditos, lo vendí y me alcanzó para comprar dos panes", recuerda con mucha nostalgia al recordar en esa escena a su progenitora y a sus tres hermanos.





POR TODO EL MUNDO

Con varias décadas en el oficio y con una técnica que fue perfeccionando con el correr de los años, fue reconocido en el 2,000, como Gran Maestro de la Artesanía Peruana por sus más de 50 años como artesano.

Sus trabajos no solo se lucen en los principales museos de Francia y Japón, sino que han llegado a ser valorados hasta en 6,000 dólares. ¿Un exceso? Para nada, si consideramos que todo depende de los diseños (únicos y propios), de la calidad de la piedra y de la complejidad del trabajo, que influyen directamente en el tiempo de realización. Todo un reto para las manos de este artista que desde muy pequeño soñaba con ser reconocido por el romance que lo unió desde siempre a la piedra de Huamanga.





TODO UN EXPERTO

Según nos comenta don Julio, la piedra de Huamanga, aquella que trabaja a diario junto a algunos integrantes de su familia –pues su negocio es netamente familiar– es extraída de una cantera muy grande ubicada en el anexo de Chacolla, en el distrito de Chuschi, en la provincia de Cangallo, de donde sus proveedores guardan para él los mejores ejemplares que encuentran.

Como buen conocedor del material que trabaja desde hace varias décadas, ahora puede distinguir sin ninguna complicación entre la cristalina (que es muy escasa y la más cara de todas), la blanca, la porosa y la semiporosa, que se encuentran en diferentes colores como la verdusca, la negra, la ploma, la rosada o la chispeada, todas transformadas en verdaderas creaciones artísticas por sus manos casi divinas.

"El secreto está en extraer una piedra de buena calidad. Por ello, deben ser duras como el mármol, es el primer requisito. Hace algunos años empecé a desarrollar la técnica del policromado, aplicando además el óleo y el pan de oro, los resultados han sido muy buenos y esos trabajos han recorrido los principales museos de Europa y Asia", nos cuenta lleno de orgullo.




SU MEJOR HERENCIA

Después de ganar tantos concursos y de haber sido reconocido como Gran Maestro de la Artesanía Peruana, don Julio sabe que los Gálvez, su familia, es la última gran representante de la piedra de Huamanga. Por eso, lo que más le llena de felicidad es el hecho de que sus hijos hayan decidido seguir sus pasos. Toda una recompensa para quien se ha convertido en todo un referente cuando de este material y de este arte se habla.

Y lo mejor –nos dice– es que al igual como sucedió con él, los trabajos de sus herederos han sido reconocidos tanto en el país como en el exterior. Como en el caso de su hijo Carlos, en España, o como en el caso de su hijo mayor, Edgar, cuya labor también fue reconocida en más de una oportunidad por la Escuela Superior de Bellas Artes.

Eso, como él mismo afirma, es motivo suficiente para saber que no se equivocó cuando obedeció a su madre cuando apenas tenía seis años y optó por hacer de la piedra de Huamanga, una de sus más preciadas pasiones. Pasión que demuestra en cada uno de los trabajos que realiza.

Solo basta verlo coger el cincel y apuntalar la verdusca, la negra, la ploma, la rosada o la chispeada para saber que don Julio no se equivocó al seguir los mandatos de su madre porque se convirtió en el perfecto domador de las piedras de Huamanga, labor que realiza como todo un gran maestro...


(*) Publicado originalmente el 23 de abril de 2009.  



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