Por Renzo Guerrero de Luna Zárate
Cae la lluvia sobre la Plaza de San Blas. Es mediodía y es sábado. Los artesanos que suelen instalarse en este recinto para vender sus trabajos comienzan a recoger todo. Juan Cárdenas Flores no. Él decide tapar con unas bolsas de plásticos su reducido estante y con paraguas en mano continúa de pie, siempre tratando de ganarse la vida. Algunos muchos lo saludan con respeto, más aún ahora que ganó el tradicional Santuranticuy, con lo que se convirtió en el mejor artesano del 2007. Se emociona cuando se lo recuerdo, pero no se deja seducir por la arrogancia. Sigue limpiando humildemente sus valiosas piezas de plata. No obstante, sabe que fue un galardón duro de roer, ya que postuló más de 20 veces. Por eso lo festeja, aunque afirma que el mejor premio que se puede llevar a su casa es la sonrisa de un cliente cada vez que le compra alguna de sus pequeñas obras de arte.
Cuando le informaron que había ganado el premio del Santuranticuy su esposa Zoila se puso a llorar. Quizás por el honor que eso significa. Tal vez porque le compraron el trabajo con el que fue galardonado a US$ 1,500.Quien sabe. Lo cierto es que inundó su rostro de alegría. Juan narra ese momento y también se emociona pensando en lo trabajoso que fue culminar el “Niño Manuelito vestido en traje de plata”. “Sabía que era un trabajo ganador y no lo digo menospreciando a los demás. Por el contrario, le dediqué mucho tiempo para que así sea”, sostiene y se le escapa un gesto mientras observa otro traje que viene realizando. “Este será mejor”, sentencia y se ríe.
Han transcurrido casi 50 minutos y no ha vendido nada. La lluvia está jugando en su contra. Igual no se preocupa por ello y prefiere seguir contando una y otra historia de su querido San Blas. Pero claro, no todo es digno de celebrar. “Lamentablemente, todo cambia para mal”, dice en referencia a lo que le viene haciendo el turismo al Cusco. Un silencio prolongado termina en pregunta: “¿Cuánta gente de los de antaño queda en este barrio tradicional?”. Dibuja la respuesta en un mapa flotante e imaginario, recordando a los amigos que se fueron. Y no se equivoca, San Blas hace mucho que dejó de ser de los cusqueños y se convirtió en el emporio comercial de gringos hoteleros o de limeños en busca del bar soñado. El mutismo, otra vez, se apodera de la conversación. Inevitable ponerse triste.
La lluvia nos vence y el maestro Cárdenas decide que será mejor ir a su taller ubicado en San Blas, pero en la zona más periférica. En el camino por la calle peatonal más larga del Cusco, la preciosa Tandapata, aquel hombre canoso de cincuenta y pico de años comenta que los premios no son su debilidad. Según dice todo lo hace por amor al arte. Podría sonar una frase repetida y sin sentimiento, pero cuando sale de su boca toma la verdadera dimensión que merece. Y es que verlo sentado en esa banquita en su taller Qollqe Wasi (casa de la plata), con esas maquinas inventadas por él y otras compradas con el paso de los años, como en sus inicios, crea un ambiente nostálgico y genuino alrededor de esos cristos y esas vírgenes y esos santos grises de plata. Cuando dice que sobrevive de este negocio se le cree. Su casa y su taller y su oficina miden nada más 28 metros de ancho x 4 metros de largo, con tres pisos de alto. Es aquí donde se genera la creatividad en pleno junto a su esposa, su cuñado, su primo, algunos trabajadores y su perro Rambo. Sin la presencia de todos nada funcionaría. Y por eso también vive agradecido: el apoyo constante de los suyos lo ha hecho cada vez más grande.
Dejamos su taller y regresamos a la plaza, ya que el día así lo exige. Saluda a todo aquel que s ele cruza en el camino y es que en San Blas es de los personajes más respetados, más que algunos otros que se hacen llamar maestros y que hace mucho no dan cátedra (incluso dicen que alguno manda a hacer su chamba con artesanos chiquillos y luego le estampan su reconocida firma... ¿sabes de alguno? delátalo). Es el presidente de la Asociación y Artistas y Artesanos de San Blas y el abogado defensor Ad Honorem –estudió para serlo- de las causas imposibles y de los indefensos. Por ambas ocupaciones recibe en pago muchos agradecimientos y miles de sonrisas. Eso lo hace totalmente feliz, realizado. “Nací en San Blas y aquí moriré, haciendo cosas por este barrio que me dio tanto y al que aún me falta retribuirle. Ojalá Dios me dé las fuerzas para poder hacerlo”, afirma el artesano de moda en Cusco, mientras una ligera lluvia golpea sus manos llenas de sabiduría. Sonríe.
PD. Si desea ver su trabajo no tiene más que ir los sábados a la Plaza de San Blas y preguntar por él. Lo buscan, casi siempre coleccionistas, pero también hace trabajo para exportar y para vender al por menor. De no estar en su rincón, lo pueden buscar en su casa en la Calle Pumapaccha Nro. 634 – San Blas ó llamarlo al teléfono: (084)-229701 o enviarle un mail al: qollqewasi@hotmail.com.
(*) Publicado originalmente el 22 de enero de 2008.
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