MAESTRO. Antonio Olave
sostiene al Niño de la Espina, todo un ícono del arte popular en el Cusco.
Por José Víctor Salcedo
“Hace
37 años Antonio Olave Palomino diseñó el primer Niño de la Espina o Niño
Manuelito de la Historia. Si ya entonces era un respetado artista popular, ser
el autor de la pieza de imaginería más famosa del Cusco lo llevó a recorrer
medio mundo y a ser saludado por dignatarios y celebridades. Esta es la
historia del autor de una tradición enraizada en los cusqueños de hoy.”
Es una tarde lluviosa en el
Cusco, una lluvia extraña a fines de mayo. Antonio Olave Palomino está en el
umbral de su Museo Taller Galería de Arte Olave. Este recinto corona el barrio
de San Blas, donde el maestro da vida al Niño de la Espina, una representación
del Niño Jesús finamente acabada. Va a cumplir 84 años en agosto y conserva una
lucidez envidiable. Peina canas, pero las oculta con un elegante sombrero
fedora.
Antonio Olave Palomino es el
escultor e imaginero cusqueño más famoso de fines del siglo XX e inicios del
XXI. Nació en Písac en 1928 y se mudó al Cusco a los siete años. Vive en Písac
en el fundo que le dejaron sus padres. Desde hace seis décadas la obra de Olave
gira alrededor de lo divino. Los Niños Manuelitos cobran vida en su taller,
parecen creados por una entidad divina.
De pronto los recuerdos se
agolpan como un torrente incontenible que él no duda en liberar. En 1975
campesinos de Vilcabamba, en La Convención, tocaron su puerta. Querían que
restaure la imagen del Niño Jesús que había sido recuperada del fondo de un
abismo. Era el patrono del pueblo, medía sesenta centímetros y había sido hecho
en maguey, una madera conocida por Olave. Viajó tres días, uno en bus y dos a
lomo de caballo. En Vilcabamba se quedó una semana. Allí, además de reparar la
imagen y el altar mayor de la iglesia, escuchó la historia de Q’alito, un niño
que buscaba a los pastores del lugar para jugar con ellos y ayudarles a cuidar
el ganado. Otro pequeño que jugaba con él rompió en llanto descontrolado. Una espina se le había
incrustado en el pie. Q’alito, para calmarlo, pisó otra espina y le dijo: “Yo
también tengo una espina, no estés triste”.
El
Niño de la Espina
La historia se convirtió en
la partida de nacimiento del Niño de la Espina, una imagen del Niño Jesús o
Niño Manuelito que adorna todos los nacimientos navideños que se arman en las
casas de la Ciudad Imperial. La creación contribuyó, además, a que Antonio
Olave rescate la técnica de la imaginería escultórica (de la Escuela Cusqueña)
que se inspira en la religiosidad de la época colonial peruana de los siglos XVI
y XVII.
–A mí me gustó más el Niño
Manuelito por la historia que se contaba en Vilcabamba. Me encariñé con la
historia.
El Niño de la Espina es su
obra más representativa. Tiene ojos de cristal, paladar de espejo, cabellos
naturales, dientes de pluma de cóndor y la lágrima de vidrio acabado con
precisión de cirujano. Se arma con madera maguey y requiere la destreza de un
artista como Antonio Olave.
El maestro se apresta a
explicarnos cómo modela a un Niño de la Espina. La vestimenta a la usanza de
los antiguos cusqueños y los habitantes de principios de la colonia corre por
cuenta de su esposa Avelina Rupa (80). Toda la familia Olave trabaja junto al
patriarca. De sus cinco hijos (Francisco, Lidia, Washington, Vito, Moisés y
María Josefina), sin embargo, es Vito el heredero natural de la técnica Olave
en imaginería.
Tras el terremoto que
devastó el Cusco el 18 de mayo de 1950, Antonio Olave Palomino empezó a ganarse
la fama de ser el mejor artista en imaginería tipo colonial de la Escuela
Cusqueña. Coleccionistas, pobladores y hasta los párrocos aparecían a diario en
el patio del número 651 de la plaza de San Blas. Llevaban imágenes destrozadas
para que las restaure. Olave le devolvió la vida a santos y vírgenes del
coleccionista Braulio Hermoza, hermano del arzobispo de entonces, Toribio
Hermoza.
De niño le gustaba moldear
vasijas de arcilla en Písac, un pequeño poblado del distrito cusqueño de Calca.
Se embelesaba cuando los padres de sus compañeros de la escuelita de Acchapata
lo aplaudían por sus primeras creaciones de barro. Entonces tendría cinco o
seis años.
–Traíamos arcilla del cerro,
luego hacíamos vasijas. Había un concurso. Los papás de mis amigos me aplaudían
y me preguntaban “quién te ha enseñado a hacer cosas tan lindas”. Yo decía,
debe ser la sangre, mi tío era escultor.
Fabián Palomino, su tío, se
lo llevó cuando apenas tenía siete años. Antes de asentarse en Cusco, vivieron
tres años en Abancay restaurando imágenes. Volvieron al Cusco y poco después
allí arrancaría su espiral de éxito. Hoy es uno de los candidatos de peso del
concurso “Leyendas: talentos que inspiran”, que promueve Cerveza Cusqueña para
reconocer a peruanos que tienen historias de éxito y esfuerzo, como Antonio
Olave.
Museo
Taller Olave
Estamos con él en el corazón
de su taller, allí donde se están sus creaciones más valiosas. Tiene un Niño
Manuelito de la Espina en su museo. Antonio Olave levanta la imagen, lo coge
entre sus brazos, sonríe y vuelve a recordar. Ese Niño fue bendecido por el
Papa Juan Pablo II. El 3 de febrero de 1985, Karol Józef Wojtyła bendijo al
Niño de la Espina junto a la Mamacha del Carmen, conocida patrona de la
provincia de Paucartambo, en la explanada de Sacsayhuamán.
Antonio Olave cuenta que le
entregó al Papa su Niño de la Espina como un regalo, el Papa lo cogió, lo
bendijo y se lo devolvió.
–Esto que se quede contigo,
yo tengo muchos en mi país, le dijo, según recuerda con solemnidad.
Esa obra de arte está
valorizada en 35 mil nuevos soles, pero no está a la venta. Los niños
Manuelitos de la escuela Olave cuestan entre 600 y 35 mil soles. Su fama lo ha
llevado a recorrer el mundo. En los ochenta viajó por lo menos dos veces al año
al exterior a participar en exposiciones y concursos. Francia, España e Italia
eran destinos frecuentes. Después de 37 años en el oficio de hacer, repujar y
ataviar a Niños Manuelitos en todas las formas y posiciones, Antonio Olave dice
que la imaginería ha sido para él una bendición de Dios.
GALARDONES
OBTENIDOS
El 16 de agosto del 2002,
por Resolución Directorial del Instituto Nacional de Cultura del Perú Nº 763 se
le declaró Patrimonio Cultural Vivo de la Nación.
Gran Maestro de la Artesanía
Peruana, reconocimiento recibido por el Ministerio de Comercio Exterior y
Turismo (Mincetur).
Medalla al Mérito Juan Pablo
Vizcardo y Guzmán, entregada por el Congreso de la República.
Premio Nacional Amautas de
la Artesanía Peruana 2012.
(*)
Publicado originalmente el 27 de mayo de 2012.
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