miércoles, 14 de agosto de 2013

El padre del Niño de la Espina (*)


MAESTRO. Antonio Olave sostiene al Niño de la Espina, todo un ícono del arte popular en el Cusco.



Por José Víctor Salcedo


“Hace 37 años Antonio Olave Palomino diseñó el primer Niño de la Espina o Niño Manuelito de la Historia. Si ya entonces era un respetado artista popular, ser el autor de la pieza de imaginería más famosa del Cusco lo llevó a recorrer medio mundo y a ser saludado por dignatarios y celebridades. Esta es la historia del autor de una tradición enraizada en los cusqueños de hoy.”


Es una tarde lluviosa en el Cusco, una lluvia extraña a fines de mayo. Antonio Olave Palomino está en el umbral de su Museo Taller Galería de Arte Olave. Este recinto corona el barrio de San Blas, donde el maestro da vida al Niño de la Espina, una representación del Niño Jesús finamente acabada. Va a cumplir 84 años en agosto y conserva una lucidez envidiable. Peina canas, pero las oculta con un elegante sombrero fedora.

Antonio Olave Palomino es el escultor e imaginero cusqueño más famoso de fines del siglo XX e inicios del XXI. Nació en Písac en 1928 y se mudó al Cusco a los siete años. Vive en Písac en el fundo que le dejaron sus padres. Desde hace seis décadas la obra de Olave gira alrededor de lo divino. Los Niños Manuelitos cobran vida en su taller, parecen creados por una entidad divina.

De pronto los recuerdos se agolpan como un torrente incontenible que él no duda en liberar. En  1975 campesinos de Vilcabamba, en La Convención, tocaron su puerta. Querían que restaure la imagen del Niño Jesús que había sido recuperada del fondo de un abismo. Era el patrono del pueblo, medía sesenta centímetros y había sido hecho en maguey, una madera conocida por Olave. Viajó tres días, uno en bus y dos a lomo de caballo. En Vilcabamba se quedó una semana. Allí, además de reparar la imagen y el altar mayor de la iglesia, escuchó la historia de Q’alito, un niño que buscaba a los pastores del lugar para jugar con ellos y ayudarles a cuidar el ganado. Otro pequeño que jugaba con él rompió en llanto descontrolado. Una espina se le había incrustado en el pie. Q’alito, para calmarlo, pisó otra espina y le dijo: “Yo también tengo una espina, no estés triste”.


El Niño de la Espina

La historia se convirtió en la partida de nacimiento del Niño de la Espina, una imagen del Niño Jesús o Niño Manuelito que adorna todos los nacimientos navideños que se arman en las casas de la Ciudad Imperial. La creación contribuyó, además, a que Antonio Olave rescate la técnica de la imaginería escultórica (de la Escuela Cusqueña) que se inspira en la religiosidad de la época colonial peruana de los siglos XVI y XVII.

–A mí me gustó más el Niño Manuelito por la historia que se contaba en Vilcabamba. Me encariñé con la historia.

El Niño de la Espina es su obra más representativa. Tiene ojos de cristal, paladar de espejo, cabellos naturales, dientes de pluma de cóndor y la lágrima de vidrio acabado con precisión de cirujano. Se arma con madera maguey y requiere la destreza de un artista como Antonio Olave.

El maestro se apresta a explicarnos cómo modela a un Niño de la Espina. La vestimenta a la usanza de los antiguos cusqueños y los habitantes de principios de la colonia corre por cuenta de su esposa Avelina Rupa (80). Toda la familia Olave trabaja junto al patriarca. De sus cinco hijos (Francisco, Lidia, Washington, Vito, Moisés y María Josefina), sin embargo, es Vito el heredero natural de la técnica Olave en imaginería.

Tras el terremoto que devastó el Cusco el 18 de mayo de 1950, Antonio Olave Palomino empezó a ganarse la fama de ser el mejor artista en imaginería tipo colonial de la Escuela Cusqueña. Coleccionistas, pobladores y hasta los párrocos aparecían a diario en el patio del número 651 de la plaza de San Blas. Llevaban imágenes destrozadas para que las restaure. Olave le devolvió la vida a santos y vírgenes del coleccionista Braulio Hermoza, hermano del arzobispo de entonces, Toribio Hermoza.

De niño le gustaba moldear vasijas de arcilla en Písac, un pequeño poblado del distrito cusqueño de Calca. Se embelesaba cuando los padres de sus compañeros de la escuelita de Acchapata lo aplaudían por sus primeras creaciones de barro. Entonces tendría cinco o seis años.

–Traíamos arcilla del cerro, luego hacíamos vasijas. Había un concurso. Los papás de mis amigos me aplaudían y me preguntaban “quién te ha enseñado a hacer cosas tan lindas”. Yo decía, debe ser la sangre, mi tío era escultor.

Fabián Palomino, su tío, se lo llevó cuando apenas tenía siete años. Antes de asentarse en Cusco, vivieron tres años en Abancay restaurando imágenes. Volvieron al Cusco y poco después allí arrancaría su espiral de éxito. Hoy es uno de los candidatos de peso del concurso “Leyendas: talentos que inspiran”, que promueve Cerveza Cusqueña para reconocer a peruanos que tienen historias de éxito y esfuerzo, como Antonio Olave.


Museo Taller Olave

Estamos con él en el corazón de su taller, allí donde se están sus creaciones más valiosas. Tiene un Niño Manuelito de la Espina en su museo. Antonio Olave levanta la imagen, lo coge entre sus brazos, sonríe y vuelve a recordar. Ese Niño fue bendecido por el Papa Juan Pablo II. El 3 de febrero de 1985, Karol Józef Wojtyła bendijo al Niño de la Espina junto a la Mamacha del Carmen, conocida patrona de  la provincia de Paucartambo, en la explanada de Sacsayhuamán.

Antonio Olave cuenta que le entregó al Papa su Niño de la Espina como un regalo, el Papa lo cogió, lo bendijo y se lo devolvió.

–Esto que se quede contigo, yo tengo muchos en mi país, le dijo, según recuerda con solemnidad.

Esa obra de arte está valorizada en 35 mil nuevos soles, pero no está a la venta. Los niños Manuelitos de la escuela Olave cuestan entre 600 y 35 mil soles. Su fama lo ha llevado a recorrer el mundo. En los ochenta viajó por lo menos dos veces al año al exterior a participar en exposiciones y concursos. Francia, España e Italia eran destinos frecuentes. Después de 37 años en el oficio de hacer, repujar y ataviar a Niños Manuelitos en todas las formas y posiciones, Antonio Olave dice que la imaginería ha sido para él una bendición de Dios.


GALARDONES OBTENIDOS

El 16 de agosto del 2002, por Resolución Directorial del Instituto Nacional de Cultura del Perú Nº 763 se le declaró Patrimonio Cultural Vivo de la Nación.

Gran Maestro de la Artesanía Peruana, reconocimiento recibido por el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur).

Medalla al Mérito Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, entregada por el Congreso de la República.

Premio Nacional Amautas de la Artesanía Peruana 2012.



(*) Publicado originalmente el 27 de mayo de 2012.



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