lunes, 13 de agosto de 2012

El coleccionista inaudito. Lo sagrado y lo profano en la colección infinita de arte popular de Jaime Liébana (extracto)










Fotografías (de arriba-abajo): Víctor Ch. Vargas. 2012. Archivo de la revista Caretas.
1, 2 y 3 La nota de la revista Caretas, Nº 2237.
3. Angelical y diabólico. De izq. a der., Liébana con fusta de peculiar mango perruno, arcángel San Miguel del siglo XVIII, corona para danza ceremonial del siglo XX, camión de Huánuco, máscara cajamarquina y exvoto de Motupe.
4. Las piezas de alabastro conforman parte importante de la colección que recoge objetos hechos para el uso de la comunidad.
5. “Mi casa soñada la quisiera diez veces más igual que esta”, dice Liébana y afirma: “Lo que importa es la tecnología, cómo se han hecho las cosas”.
6. Portada del libro Del cielo y la tierra. La colección de arte popular peruano de Vivián y Jaime Liébana (2011).
7. Parte de la colección en piedra de Huamanga o alabastro. Todas y cada una de las piezas están cuidadosamente registradas.
8. Tinaja shipiba: “una piezota amazónica”, Liébana dixit. Der., peculiar zapato-matraca.


Por Maribel de Paz

El material, ciertamente, no podía ser más inquietante. Fabricadas con pene de caballo, la colección de fustas de Jaime Liébana llaman la atención, además, por los peculiares detalles de sus mangos, como aquel que representa a un perro en el cotidiano trance de evacuar el vientre. Literalmente, la cagada. Poseedor de una rica colección de arte popular, Liébana muestra ahora las mejores de sus piezas reunidas a lo largo de 40 años en contundente publicación a cargo del Fondo Editorial de la Universidad San Martín: Del cielo y la tierra. La colección de arte popular peruano de Vivian y Jaime Liébana.

Junto a las fustas, sin embargo, los Liébana cuentan con un sinfín de objetos artísticos más recolectados durante sus viajes por todo el país. Están ahí las máscaras de fiestas populares, los ángeles virreinales, tablas de Sarhua, exquisitos muebles coloniales, matracas de formas caprichosas, exvotos, canastas y hasta ancestrales herramientas de zapatero y un triciclo francés de 1890 colgado del techo perteneciente a su antigua colección de juguetes de hojalata que vendió para adquirir, en cambio, una enorme cruz ayacuchana en piedra de Huamanga. Cada mañana, Liébana se levanta al alba para recorrer su casa con alma de museo, “pasando revisión técnica-artística” a todas esas piezas que deben ser limpiadas con hisopos y en las que se adivina ese “espíritu de la forma” en el cual cree. “El arte popular es el alma del arte contemporáneo, la gente que no conoce el arte popular está haciendo mal arte contemporáneo”, sentencia el artista que, a su vez, es el ávido constructor de muebles de ánimo clásico y hasta reproducciones de portones coloniales.


Ver el texto completo en:

De Paz, Maribel. “El coleccionista inaudito. Lo sagrado y lo profano en la colección infinita de arte popular de Jaime Liébana.” Caretas, 2237 (21/junio/ 2012), pp. 48-52.

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