Fotografías (de arriba-abajo):
1. Traslado de materia prima a la localidad de Ccaccasiri, tierra de los guerreros Astos de Ranrapata, pioneros de la alfarería peruana “manca llutis”.
2 y 3 Modelado de ollas.
4. Olla y cuencos.
5. Taller de producción cerámica.
6. Cántaros para almacenar la chicha de jora (maíz fermentado).
7. Diferentes formas de objetos de cerámica.
Por Percy J. Huamaní Cárdenas
Se dice que la cerámica es uno de los elementos más duraderos de la cultura material, el cual constituye el nexo más cabal entre el hombre y la historia, entre el pensamiento y la acción. Asimismo la cerámica, al igual que todo producto humano, está condicionada por factores y patrones culturales. La tradición ejerce un peso gravitante sobre ella, de ahí que, más allá de una metáfora, puede afirmarse que en la cerámica han quedado fosilizados la conducta, el pensamiento y la actitud social de un grupo, vigentes en un momento definido de su historia.
Harry Tschopik Jr. define que en el Perú la cerámica constituye una de las más importantes producciones artesanales de vieja tradición. A lo largo de casi 4 mil años ha sido el elemento más significativo para conocer los cambios culturales operados en la región centro andina.
La cerámica de Ccaccasiri deja constancia de la inagotable riqueza cultural y estética a la Unidad Cultural de la Región Central del Perú (Huancavelica, Ayacucho, Junín, Sierra de Lima, Pasco y Huánuco); y al arte peruano, basado principalmente en su historia como centro manufacturero, el intercambio y comercio que se generó en su época de los diversos objetos utilitarios ligados a la necesidad y vida del hombre andino. Enfocado a su importancia y revaloración, comparto las investigaciones sobre esta ancestral práctica artesanal del mundo andino que se desarrolló en la localidad de Ccaccasiri, distrito de Acoria, región Huancavelica.
Rogger Ravines, describe que Ccaccasiri y Huaylacucho gozan de tradición alfarera que datan de tiempos prehispánicos, al menos desde el siglo XVII, el cual aparece mencionado en diversos documentos coloniales (“Memorias de Virreyes” o “Relaciones Geográficas”, “La de otros tiempos nombrada la Villa Rica de Oropesa” y otros), donde se le atribuye que en estos lugares se labraba las vasijas de barro vidriado que servía para la extracción del azogue. Respecto al proceso de la alfarería prehistórica de la cuenca del Rio Ichu, principalmente de Yachacmarca, Huiñac y Ranrapata (Asentamiento Cultural del periodo intermedio tardío de quienes son descendientes los Ccaccasirinos) determina que tanto la técnica como la producción misma tienen semejanza cercana en ambos periodos históricos durante 400 años; las técnicas de manufactura y ornamentación son igualmente supervivencias precolombinas, concluyendo que en la historia de la alfarería de Ccaccasiri y sus cambios estilísticos pueden trazarse sin ninguna dificultad a partir del horizonte tardío. En suma, todo esto sugiere que la tecnología alfarera de la zona centro andina ha sido la actividad cultural menos sujeta a cambios, siendo por el contrario sus patrones decorativos más inestables; inestabilidad que, al parecer estuvo estrechamente vinculada a las profundas transformaciones sociales y religiosas que experimentó esta zona a partir de su conquista por los Incas.
Al revisar más fuentes bibliográficas como de Roberto Villegas en “La apreciación general de la cerámica peruana”, describe que en el distrito de Acoria del departamento de Huancavelica habían tres poblaciones de ceramistas: Huaylacucho, Ccaccasiri y la parcialidad de Totorapampa; y describe que los objetos que realizaban eran usados en todo el departamento de Huancavelica y parte de Ayacucho, su comercialización era por trueque.
De igual modo, Rogger Ravines en “La cartografía de las principales Comunidades y Centros Alfareros del Perú” describe y grafica dentro del departamento de Huancavelica como principales comunidades alfareras, centros de manufacturas o sitios de producción de cerámica a: Allato, Ccaccasiri, Huanaspampa, Huaylacucho, Masahuarac y Chillicopuero.
Al centrarnos en la historia de la cerámica de Ccaccasiri debemos conocer que la subsistencia básica del campesino Ccaccasirino era el maíz, que no cultiva; sin embargo, la actividad vital y principal era la alfarería, a la cual se dedicaba el integro de la población, sin embargo los alfareros eran además labradores y agricultores ocasionales debido, principalmente, a que no trabajan el barro todo el año, condicionadas por el clima, ya que su producción se realiza siempre al aire libre; y sus productos (cerámica) eran sumamente apreciados por su “calidad y dureza en todo el departamento de Huancavelica y parte de Ayacucho”, y por ello eran conocidos como los “manca llutis” (Hacedores de Olla de Barro). El área de distribución de la cerámica de Ccaccasiri tenía una dispersión más amplia a las demás comunidades alfareras, donde la venta de los utensilios eran adquiridos principalmente por los comerciantes de Acoria en el centro mismo de fabricación a precios sumamente bajos, para luego venderlos en Acoria y demás localidades, asimismo también eran adquiridos por los pobladores de los pueblos vecinos los cuales intercambiaban por sus productos propios (trueque): artículos de primera necesidad, maíz, arvejas, sal, pieles secas o lana de oveja. Algunos comerciantes por la alta demanda de estos productos encargaban a los alfareros para que elaboren un determinado número y tipo de utensilios: ollas “mancas”; tostadoras “camcha callana”; cántaros “puyñu”, “urpo”, “tomin”, “purunccu”; jarras; tazas; vasos; platos; tinajas “magma”; cocina “tullpa”; poncheras “acja churana”; entre otros, a un precio estipulado o mediante un sistema de crédito, en el cual el alfarero recibía como un adelanto por su trabajo.
La industria alfarera o proceso alfarero en Ccaccasiri se inicia con la extracción de las materias primas arcilla “mitu” y colorantes de las canteras de Tacrapuquio, Huayllayocc, Sapanqaqa, Palmadera y Muquecc Alto, ya que según los “maestros alfareros” estiman que los utensilios elaborados con arcilla de un solo sitio duran apenas un año, mientras que cuando se hacen mezclando tierras de varias canteras “las ollas parecen de fierro, se caen y no se rajan”. El temperante o “margita”, lo obtiene de Huayllayoc, mientras que las tierras colorantes y engobes proceden de Chajasquina; luego viene la preparación del cuerpo, modelamiento, decoración y cocción.
En la actualidad en las principales comunidades alfareras, centros de manufacturas o sitios de producción de cerámica de la región central como: Aco, Mito, Ccaccasiri y otros, ya no existen ofertas o fabricantes de algunos utensilios como: cantaros “puyñu”, “urpo”, “tomin”, “purunccu”; tinajas “magma” y otros, lo cual nos indica que se viene perdiendo esta ancestral práctica artística del mundo andino, lo cual es preocupante para el arte popular y para la Unidad Cultural de la Región Central del Perú; pero sin embargo en la actualidad existen aún personas que mantienen vigente esta técnica y también existen las canteras de materia prima, convirtiéndose así en un reto su revaloración. Para la cual convocamos a las entidades públicas y privadas, y estudiosos, que promuevan o inicien la revaloración, para ello propongo algunas iniciativas: incluir la cerámica o alfarería en los cursos de educación artísticas en la instituciones educativas; fortalecer esta técnica mediante un Programa de formación en alfarería a los jóvenes, donde los señores “Maestros Alfareros” transmitan las técnicas y conocimientos a los participantes de este programa; mejorar los talleres de los maestros alfareros para que inicien la producción de las cerámicas para comercializar en los distintos puntos de ventas artesanales del país; y asimismo iniciar las pasantías en los centros alfareros o con maestros alfareros de los demás lugares del Perú a fin de que ellos conozcan de que existen experiencias exitosas; y para hacer sostenible debemos gestionar la creación del CETPRO o Escuela de Cerámica.
Según la UNESCO, la importancia del patrimonio cultural inmaterial no está en la manifestación cultural en sí, sino en el acervo de conocimientos y técnicas que se transmiten de generación en generación. Este patrimonio infunde un sentimiento de identidad y continuidad que contribuye a promover el respeto de la diversidad cultural y creatividad humana frente a la creciente globalización.
Lo que no se debe olvidar nunca es que la cultura es identidad, y por tanto es orgullo de nuestro pueblo y país; en esta globalización o aldea global debemos ser ciudadanos del mundo pero con identidad.
(*) Publicado originalmente el 16 de julio de 2012.
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