miércoles, 4 de julio de 2012

Apolonia Dorregaray (extracto)










Fotografías (de arriba – abajo)
1. Portada del catálogo de exposición Tradiciones familiares en el Arte Popular: Apolonia Dorregaray y Teresa Yamunaqué. 2007. 2. Detalle del mate de Toribio Dorregaray, padre de doña Apolonia. Fotografía Archivo Sixto Seguil Dorregaray y familia. 3.  Apolonia Dorregaray en Huancayo. c. 1962-1964. Fotografía Archivo Sixto Seguil Dorregaray y familia. 4. Apolonia Dorregaray y José María Arguedas en Huancayo. 10 de abril de 1964. Fotografía Archivo Sixto Seguil Dorregaray y familia. 5. Apolonia Dorregaray y el alcalde de Bellavista, Callao. 1969. Fotografía Archivo Sixto Seguil Dorregaray y familia. 6. Apolonia Dorregaray en la Feria del Hogar. 1986. Fotografía Archivo Sixto Seguil Dorregaray y familia. 7.  Sixto Seguil Dorregaray en su casa-taller de Lima. 2010. Fotografía Archivo Instituto de Ciencias y Humanidades. 8. Detalle de mate representando a doña Apolonia y su hijo Sixto burilando mates en Cochas, Huancayo. Calabaza burilada y fondo negro. Sixto Seguil Dorregaray y familia. 2008. Lima. Colección Museo Nacional de la Cultura Peruana. Fotografía Archivo Instituto de Ciencias y Humanidades. 9. Mate estilo selva. Calabaza burilada y fondo negro. Sixto Seguil Dorregaray y familia. 2009. Lima. Fotografía Archivo Instituto de Ciencias y Humanidades.


Por Vilma Real Macedo


El mate burilado

El mate o calabaza es un fruto que crece en la costa norte del Perú y en la ceja de selva. Su uso en nuestro país se remonta a la época pre-cerámica con una antigüedad aproximada de 4000 años, utilizados probablemente para fines domésticos y rituales. También hay evidencias de uso en culturas como Chancay, Moche y Chimú, entre otras. Los temas representados son motivos antropomorfos, zoomorfos y geométricos.

Durante el Virreinato, su uso se masifica, pasando de un público usuario esencialmente nativo, a uno mestizo con cierto apego a la cultura europea. A fines del siglo XIX e inicios del XX los pueblos de Huanta, Mayocc, San Mateo o Churcampa (en Ayacucho y Huancavelica), van a ser los únicos continuadores de la técnica del burilado en mates. Es recién a comienzos del siglo XX que se vuelve tradición en los pueblos de Cochas Grande y Cochas Chico de Junín, convirtiéndose en lugares que albergan a la mayoría de expertos en este arte, quienes han sabido conservar la tradición familiar, de generación en generación.

Apolonia Dorregaray Veli: la pasión por el burilado

Para conocer el origen de su pasión por el burilado, es preciso remontarnos hasta la niñez de Doña Apolonia en su natal Cochas Grande (distrito El Tambo, Huancayo, Junín). Ella ya no está entre nosotros, pero su hijo, don Sixto Seguil, no sólo guarda en el recuerdo gratos momentos contados por ella, sino que con su familia sigue transmitiendo y a la vez recreando el conocimiento de técnicas, formas y sentidos culturales del mate burilado.

Apolonia Dorregaray nació el 9 de febrero de 1912 dentro de una familia de siete hermanos. Sus padres fueron Toribio Dorregaray y Lorenza Veli. Su madre falleció cuando ella era niña. Su infancia transcurrió entre las labores del campo y los viajes con su padre y su abuelo Manuel, arrieros, hacia Huachicna, zona de ceja de selva de Junín, donde solían intercambiar productos comestibles y de vestir por mates para burilar. Partían de Cochas,  donde se aprovisionaban de los productos y pasaban por la hacienda Acopalca rumbo al nevado de Huaytapallana. Desde allí se dirigían a Yuracyaco y Cullpa hasta Huachicna. En otras oportunidades llegaban a Mayocc en Huancavelica. Los apreciados mates que cubrían el hermoso valle de Mayocc lo hacían un espectáculo inolvidable: “Los mates se veían blancos, botados como piedras”, mencionaba doña Apolonia.

Fue don Toribio, su padre, quien le enseñó el arte del burilado y la disciplina con que debía trabajar los mates. Pronto Apolonia adquirió la habilidad en el manejo del buril. La feria dominical de Huancayo así como las fiestas tradicionales de las comunidades cercanas fueron los lugares propicios para la venta de estas calabazas. En Huancayo los conocían como los “matepintas” o “maticargas Dorregaray” porque viajaban llevando estas piezas como mercadería.

En 1962, doña Apolonia participó en un concurso regional en Huancayo donde conoció a José María Arguedas y a Alicia Bustamante. Años más tarde, estuvo presente en talleres organizados por el Cuerpo de Paz, institución que gestionó su viaje a Lima en 1966 junto con otros artesanos para una exposición en la galería Art Center de Miralfores. Esto propició el reconocimiento a su trabajo y su participación en diversos eventos culturales en la capital.

En 1990 obtuvo una distinción de la Federación de Artesanos del Perú, en mérito a sus 51 años de buriladora. En 1995 recibió la mención de “Gran Maestra de la Artesanía Peruana”, reconocimiento establecido por MITINCI, CONAP e IDESI.

A pesar de su larga estancia en Lima debido a que sus trabajos eran requeridos en numerosas exposiciones, doña Apolonia se mantuvo en contacto con su tierra a donde solía regresar en búsqueda de aquello que nutría su imaginario popular. Sin embargo, a inicios de 1990 se traslada definitivamente a Lima, debido a su delicado estado de salud.

TÉCNICAS

Aprendió de su padre la técnica del burilado además del llamado “estilo ayacuchano” o de fondo negro, para el que utilizaba manteca de chancho y cenizas de ichu. Las formas de mates que más trabajó fueron azucareros, platos y huiros. Para el quemado usaba maderos del quinual o de eucalipto. Solía también teñir los mates con anilinas. Parte de su producción son además los denominados mates escultóricos, en los que aprovechaba las formas de las calabazas para hacer figuras de animales o personas.

TEMAS

Están relacionados a las fiestas y costumbres del pueblo de Cochas como la festividad de la Virgen de Cocharcas, patrona del valle del Mantaro, cortamonte, jalapato; las danzas Chonguinada, Santiago, Danza de las tijeras, Negrería, Huaconada; también presenta trabajos comunales y temas agrícolas como el cultivo de papas. Plasmó el paisaje de Cochas, las montañas, los zorros andinos, las perdices y los cóndores. Además representó mitos y leyendas locales que escuchaba durante sus viajes cuando niña.

Los motivos de la selva tampoco estuvieron ajenos a los mates de doña Apolonia. Representa felinos, aves de cola larga (posiblemente paujiles), serpientes y otros animales sumergidos entre la densa vegetación, escenas donde aparecen arrieros, personajes que habían quedado grabados en su memoria durante sus largos recorridos de niña atravesando la ceja de selva en camino a Huachicna.

El fallecimiento de Apolonia Dorregaray, ocurrido en setiembre de 2002, no es signo de un rompimiento en la continuidad de su obra. La disciplina y profunda dedicación que la caracterizó es parte de la herencia cultural que ha dejado a su hijo don Sixto Seguil y a su familia, seguidores de esta tradición.


(*) Publicado originalmente en el catálogo de exposición Tradiciones familiares en el Arte Popular: Apolonia Dorregaray y Teresa Yamunaqué. Lima: Instituto Nacional de Cultura - Museo Nacional de la Cultura Peruana, 2007.



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