miércoles, 26 de junio de 2013

Homenaje al matero de Catacaos: Juan Ramos Cárcamo



1. Juan Ramos Cárcamo. Matero de Catacaos, Piura. Falleció el 12 de junio de 2013. Fotografía: Sirley Ríos Acuña. Marzo, 2010.






2, 3 y 4 Juan Ramos Cárcamo. Matero de Catacaos, Piura. Ceremonia de premiación de Personalidad Meritoria de la Cultura otorgada por el Instituto Nacional de Cultura de Perú. Fotografías: Sirley Ríos Acuña. Marzo, 2010.





5 y 6 Mates decorados. Calabazas buriladas, desbastadas, pirograbadas y pintadas con ácidos. Obras de Juan Ramos Cárcamo. Catacaos, Piura. Fotografías: Sirley Ríos Acuña. Marzo, 2010.






7, 8 y 9 Detalles de mate decorado. Calabaza burilada, desbastada y fondo negro. Obra de Juan Ramos Cárcamo. c. 2010. Catacaos, Piura. Fotografías: Sirley Ríos Acuña. 2013.





viernes, 21 de junio de 2013

La presencia del Corpus Christi en la pintura popular del Cusco (*)


Por Sirley Ríos Acuña


El arte pictórico peruano, de larga data, tuvo un gran desarrollo en el Cusco que se manifestó en la generación de estilos particulares de carácter religioso y profano. Esto permitió el surgimiento de pinturas populares en el ámbito urbano y semi-rural como las pinturas de picanterías y chicherías del Cusco que en la década 50 del siglo XX eran de 3 tipos: las realizadas en hojalata o calamina, en tela y en muro. 

Otra clase de pintura popular cusqueña es la de tema religioso. Las banderas con la imagen religiosa, realizadas para las fiestas patronales y colocadas en el patio o ventana de las casas de los mayordomos como señal de quiénes son los encargados de organizar  la festividad.

Dentro de esta producción  popular destacan las obras realizadas en el Barrio de San Blas y al interior del taller de Hilario Mendívil, destacado imaginero cusqueño que también incursionó en la pintura pero no de manera notable, como por el contrario sucedió con el llamado “pintor de pendonería”, Julio Villalobos Miranda. Este último artista no sólo se dedicó a realizar pinturas de picanterías o chicherías sobre hojalata, sino “altares portátiles” del Corpus, adornos y flores; tallados de madera e imaginería representando la procesión del Corpus; incluso pintó banderas, estandartes y “julcas” religiosas. Al bajar la demanda de estas obras es incentivado por Alicia Bustamante, en la década del 50, para pintar sobre tocuyos escenas procesionales del Corpus Christi, dispuestas en largas bandas, de 8 a 10 metros y hasta más; además, de otros temas costumbristas de menor dimensión. A Villalobos se le encuentra trabajando en el Taller de Mendívil en donde también se producían pinturas. De ahí que exista confusión en la autoría de estos trabajos pictóricos salidas de taller y las que generalmente se atribuyen a Hilario Mendívil, quien incluso a veces firmaba sus obras. 



1. Banda con la representación del Corpus Christi (detalle: escena costumbrista). Pintura sobre tocuyo. Julio Villalobos Miranda y otros anónimos. Cusco. Siglo XX. Colección Museo Nacional de la Cultura Peruana-Ministerio de Cultura de Perú. Archivo de Sirley Ríos Acuña.


En esta oportunidad nos vamos a centrar en una pintura producto de un trabajo grupal en la que Villalobos imprimió su personalidad junto a los encargados del taller y posiblemente otros anónimos. Con esto no queremos menospreciar la actividad creativa de la familia Mendívil, sino brindar algunos alcances que permitan valorar la labor de artistas populares no reconocidos en su momento.

Esta obra pertenece a la colección del Museo Nacional de la Cultura Peruana y es una banda que mide 8 m. 4 cm. de largo y 59.8 cm. de alto. Se representa una de las fiestas religiosas más fastuosas que ocupa un lugar preponderante en el calendario festivo de la ciudad del Cusco: Corpus Christi, celebrada en el mes de junio en honor a la institución de la Eucaristía. Cuenta con 18 escenas, diferenciadas por los títulos escritos en la parte superior: Costumbrista, Altar de Corpus, Santísimo, Inmaculada, Virgen de Belén, Virgen Purificada, Virgen Natividad, San José, Santa Ana, Santa Bárbara, San Sebastián, Santiago, San Pedro, San Cristóbal, San Blas, San Gerónimo, San Antonio, Lunes Santo. Debajo de estas inscripciones recorre horizontalmente una orla floral que recuerda a las flores de las puertas de los retablos ayacuchanos. El recorrido visual es de derecha a izquierda, siguiendo la dirección de las diferentes procesiones de Vírgenes y Santos Patrones junto a escenas costumbristas.



2. Banda con la representación del Corpus Christi (detalle: San José y Santa Ana). Pintura sobre tocuyo. Julio Villalobos Miranda y otros anónimos. Cusco. Siglo XX. Colección Museo Nacional de la Cultura Peruana-Ministerio de Cultura de Perú. Archivo de Sirley Ríos Acuña.


La pintura fue adquirida hacia el año 1964 lo cual indica su fecha de elaboración aproximada. Es una banda de tela tocuyo sin capa de preparación, pintado con témperas, pintura plateada y purpurina para el dorado. Se ha empleado el lápiz para el dibujo de los motivos representados.

El procedimiento de elaboración de este tipo de obras dentro del taller de Mendívil, es el siguiente: se estira la tela sobre una mesa de trabajo, sujeta con tachuelas; luego cuando la tela presenta muy separadas las tramas se cubre con una capa de imprimación  de tiza y cola de carpintero (obtenida de cueros hervidos de res), y como mordiente o aglutinante se emplea limón, azufre y orines maduro de varios días. Una vez preparada la tela, Villalobos, contratado por Hilario como dibujante, se encarga de diseñar el esquema compositivo mediante un lápiz, mientras que los otros ayudantes intervienen en el proceso del pintado. De ahí que se reconocen en la obra diferentes formas de pintar. El dibujo sirve de guía al momento de componer la obra pero no se sigue fielmente el diseño trazado al momento de aplicar los colores. Siendo Villalobos el encargado de las figuras principales y de dar los acabados o en su defecto rectificar los errores. Este pintor al demostrar mucha destreza en el manejo de la pintura fue dispuesto para dirigir las labores de pintura dentro del taller, teniendo como su principal seguidor al joven Pablo Julio Mendívil.

Entre las características formales de la obra se observa el uso de colores espesos, puros y mezclados, además de aguadas en zonas específicas. Se aprecia que Villalobos dejó iniciada la primera parte de la pintura a manera de modelo para los otros ayudantes y pintó algunas zonas importantes de la obra. Es por esta razón que se descubre plenamente la mano de Villalobos con sus característicos personajes de rostros expresivos y hasta caricaturescos, de cuerpos alargados, al parecer tomados del imaginario popular urbano de las historietas. Sus trazos son seguros y con mayor movimiento, a diferencia de los otros ayudantes de pintura, donde la línea es más rígida. Para evidenciar muchedumbre el pintor ha optado por representar en superposición de niveles las cabezas completas de los personajes o partes de ellas y en algunos casos solo se ven simples manchas de color. El fondo es neutro, del color de la tela, pues interesa representar la procesión, aunque en la primera escena de corte costumbrista se representa un fondo de cerros y una casa con techo a dos aguas.



3. Banda con la representación del Corpus Christi (detalle: San Sebastián y Santiago). Pintura sobre tocuyo. Julio Villalobos Miranda y otros anónimos. Cusco. Siglo XX. Colección Museo Nacional de la Cultura Peruana-Ministerio de Cultura de Perú. Archivo de Sirley Ríos Acuña. 


Estas largas bandas eran solicitadas por las capillas para cubrir sus paredes, por ello tendrían grandes dimensiones, y se enmarcaban con varillas de madera. 

Con esta aproximación a la pintura popular del Cusco a través de una obra de la colección del Museo Nacional de la Cultura Peruana tratamos de llamar la atención acerca de la importancia de este tipo de expresiones plásticas, de rescatar del olvido pintores destacados en su momento y de dar a conocer la necesidad de emprender estudios más profundos al respecto. 



(*) Texto y fotos publicados originalmente en la página web de Arte Corpus, Edición Nº 4, Año 1, 2006.



 

jueves, 13 de junio de 2013

El folklore minero de Cerro de Pasco





1, 2 y 3 Cubierta y artículo de la revista Ñawinpukio, Nº 3.




4. Cargador de metales de Cerro de Pasco (Capachero). Fuente: Poesía minera andina. Lima: Compañía de minas Buenaventura S. A., 1984.



Fuente:                                                       

Fashé Raymundo, Mery. “El folklore minero de Cerro de Pasco”. Ñawinpukio, revista cultural, Lima, 3 (diciembre 2000), pp. 31-32.




miércoles, 5 de junio de 2013

El maestro Cárdenas (*)




Por Renzo Guerrero de Luna Zárate

Cae la lluvia sobre la Plaza de San Blas. Es mediodía y es sábado. Los artesanos que suelen instalarse en este recinto para vender sus trabajos comienzan a recoger todo. Juan Cárdenas Flores no. Él decide tapar con unas bolsas de plásticos su reducido estante y con paraguas en mano continúa de pie, siempre tratando de ganarse la vida. Algunos muchos lo saludan con respeto, más aún ahora que ganó el tradicional Santuranticuy, con lo que se convirtió en el mejor artesano del 2007. Se emociona cuando se lo recuerdo, pero no se deja seducir por la arrogancia. Sigue limpiando humildemente sus valiosas piezas de plata. No obstante, sabe que fue un galardón duro de roer, ya que postuló más de 20 veces. Por eso lo festeja, aunque afirma que el mejor premio que se puede llevar a su casa es la sonrisa de un cliente cada vez que le compra alguna de sus pequeñas obras de arte.

Cuando le informaron que había ganado el premio del Santuranticuy su esposa Zoila se puso a llorar. Quizás por el honor que eso significa. Tal vez porque le compraron el trabajo con el que fue galardonado a US$ 1,500.Quien sabe. Lo cierto es que inundó su rostro de alegría. Juan narra ese momento y también se emociona pensando en lo trabajoso que fue culminar el “Niño Manuelito vestido en traje de plata”. “Sabía que era un trabajo ganador y no lo digo menospreciando a los demás. Por el contrario, le dediqué mucho tiempo para que así sea”, sostiene y se le escapa un gesto mientras observa otro traje que viene realizando. “Este será mejor”, sentencia y se ríe.

Han transcurrido casi 50 minutos y no ha vendido nada. La lluvia está jugando en su contra. Igual no se preocupa por ello y prefiere seguir contando una y otra historia de su querido San Blas. Pero claro, no todo es digno de celebrar. “Lamentablemente, todo cambia para mal”, dice en referencia a lo que le viene haciendo el turismo al Cusco. Un silencio prolongado termina en pregunta: “¿Cuánta gente de los de antaño queda en este barrio tradicional?”. Dibuja la respuesta en un mapa flotante e imaginario, recordando a los amigos que se fueron. Y no se equivoca, San Blas hace mucho que dejó de ser de los cusqueños y se convirtió en el emporio comercial de gringos hoteleros o de limeños en busca del bar soñado. El mutismo, otra vez, se apodera de la conversación. Inevitable ponerse triste.

La lluvia nos vence y el maestro Cárdenas decide que será mejor ir a su taller ubicado en San Blas, pero en la zona más periférica. En el camino por la calle peatonal más larga del Cusco, la preciosa Tandapata, aquel hombre canoso de cincuenta y pico de años comenta que los premios no son su debilidad. Según dice todo lo hace por amor al arte. Podría sonar una frase repetida y sin sentimiento, pero cuando sale de su boca toma la verdadera dimensión que merece. Y es que verlo sentado en esa banquita en su taller Qollqe Wasi (casa de la plata), con esas maquinas inventadas por él y otras compradas con el paso de los años, como en sus inicios, crea un ambiente nostálgico y genuino alrededor de esos cristos y esas vírgenes y esos santos grises de plata. Cuando dice que sobrevive de este negocio se le cree. Su casa y su taller y su oficina miden nada más 28 metros de ancho x 4 metros de largo, con tres pisos de alto. Es aquí donde se genera la creatividad en pleno junto a su esposa, su cuñado, su primo, algunos trabajadores y su perro Rambo. Sin la presencia de todos nada funcionaría. Y por eso también vive agradecido: el apoyo constante de los suyos lo ha hecho cada vez más grande.

Dejamos su taller y regresamos a la plaza, ya que el día así lo exige. Saluda a todo aquel que s ele cruza en el camino y es que en San Blas es de los personajes más respetados, más que algunos otros que se hacen llamar maestros y que hace mucho no dan cátedra (incluso dicen que alguno manda a hacer su chamba con artesanos chiquillos y luego le estampan su reconocida firma... ¿sabes de alguno? delátalo). Es el presidente de la Asociación y Artistas y Artesanos de San Blas y el abogado defensor Ad Honorem –estudió para serlo- de las causas imposibles y de los indefensos. Por ambas ocupaciones recibe en pago muchos agradecimientos y miles de sonrisas. Eso lo hace totalmente feliz, realizado. “Nací en San Blas y aquí moriré, haciendo cosas por este barrio que me dio tanto y al que aún me falta retribuirle. Ojalá Dios me dé las fuerzas para poder hacerlo”, afirma el artesano de moda en Cusco, mientras una ligera lluvia golpea sus manos llenas de sabiduría. Sonríe.

PD. Si desea ver su trabajo no tiene más que ir los sábados a la Plaza de San Blas y preguntar por él. Lo buscan, casi siempre coleccionistas, pero también hace trabajo para exportar y para vender al por menor. De no estar en su rincón, lo pueden buscar en su casa en la Calle Pumapaccha Nro. 634 – San Blas ó llamarlo al teléfono: (084)-229701 o enviarle un mail al: qollqewasi@hotmail.com.


(*) Publicado originalmente el 22 de enero de 2008.


Fuente:
http://blogs.elcomercio.pe/ombligodelmundo/2008/01/el-maestro-cardenas.html



sábado, 18 de mayo de 2013

La panadería tradicional del Perú y sus expresiones plásticas (extracto)


1. Portada de la revista Artesanías de América,  Nº 69.


Por Sirley Ríos Acuña


Resumen

El artículo presenta una breve historia de la panadería tradicional en el Perú destacando en el siglo XX las variantes regionales de pan según sus denominaciones, tamaños, formas, sabores, consistencias y significados van de acuerdo con los gustos y costumbres de la clientela local.

Se explica sobre las expresiones plásticas vinculadas a la producción panadera según su carácter duradero y efímero. Como expresiones duraderas se consignan las bateas de madera de formas alargadas y circulares. En la plástica efímera se encuentran los diversos tipos de pan con formas heredadas y otras creadas, que reciben diferentes denominaciones. De este grupo resaltan por sus formas artísticas y escultóricas las famosas t´anta wawas, que adquieren un significado vital dentro y fuera del contexto de las festividades y son consideradas objetos mágico-religiosos y de propiciación.

Se trata de valorar una tradición plástica vigente hasta nuestros días y que todavía no ha merecido un estudio profundo.

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2. Ofrenda a los difuntos. Ayacucho. XIII Concurso Nacional de T’anta wawas organizado por el Museo Nacional de la Cultura Peruana. Fotografía: Sirley Ríos Acuña. 2009.

Se distinguen importantes zonas de producción ubicadas en las regiones con larga tradición panadera. Hacia la zona norte del Perú tenemos Cajamarca y Ancash; en la sierra central Lima, Junín y Pasco; en el centro-sur Ayacucho y Huancavelica; al sur Apurímac, Cusco y Arequipa. En la costa norte destacan Piura y La Libertad. Entre las regiones amazónicas son consideradas San Martín y Amazonas.

El investigador Andrés Ugaz Cruz registró en su libro Panes del Perú (2007), ciento veite tipos de panes de doce regiones del Perú que recorrió en tres años y rescató cincuenta y cinco recetas, además de historias y costumbres entorno al pan.


3. Batea para amasar. Madera tallada. Sihuas, Ancash. Colección particular. Fotografía: Cornelio Aguayo. 2000.

4. Panes de mesa con forma de trenza. Huaytará, Huancavelica. Andrés Santé. Fotografía: Cornelio Aguayo. 2000.


Varios tipos de pan se repiten en distintas regiones y algunos tienen la misma denominación pero presentan otras formas e ingredientes. Sería largo enumerar la variedad regional de panes, sólo destacaremos algunos ejemplos. En Piura son comunes las cachangas, las tortas regaladas, los angelitos o panes en miniatura y el pan royal de Ayabaca. Cajamarca tiene la torta de manteca, la turquita, la semita, el pan de agua, el mollete dulce y el bollo. De la región de Ancash sobresale en Sihuas el pan semita, el pan de agua o pan común, la torta, el pan francés, la rosquita, el bizcocho o pan dulce, las basitas, la cachanga, el bollito, las wawas y guanacos; de Corongo resaltan las tortas, el jatutanta o pan de mercado, las bambasas, las semitas dulces y saladas, las wawas, los panecillos de maíz y los bizcochos; en Caraz la cachanga, la semita, el integral, el bizcocho, el mishti y el mollete; en el Callejón de Conchucos se consume el pan de frijol canario o cushcutanta; se elabora el pan de papa de tamaño grande que se comparte entre los familiares. En Lima los panes tradicionales son el carioca, pan de yema y de anís, el tolete, el chancay, el cachito, el francés y la ayuya; el ciabatta o chapata es de introducción actual.

Junín, una de las ciudades de larga tradición panadera, ofrece el pan de Chongos, el mishti, el pan de maíz o jala tanta, la huahui tanta, el ulpay, el pan de anís, el pan de cebada y de miga, el pan de agua, el lulo tanta, el tanta Huanca o pan de Orcotuna, el pan español, el pan labrado, el pan de cerveza, el pan de manteca, las rositas y las sonrisas de la Oroya, el pan carioca, las trompadas de Tarma, los bollos, molletes y tantachos. En Pasco se distingue el pan mishti o mistibollo, el pan charqui, el pan de Chacayán y entre los que van desapareciendo el caporal, la rapracha, las rosas, el pan pata de burro, la mariposa, la torta y la sarna. En Huánuco el pan de maíz, el pan de agua, el mishti shongo y el chalaco son los más degustados.

5. T’anta wawa. Huancavelica. 1996. Dibujo a tinta: Sirley Ríos Acuña. 

6. Bizcocho en forma de caballo. Puno. c. 1996-1998. Dibujo a tinta: Sirley Ríos Acuña.

7. Careta de t’anta caballo. Yeso moldeado y policromado. Cusco. Colección Museo Nacional de la Cultura Peruana–Ministerio de Cultura de Perú. Fotografía: Sirley Ríos Acuña. 2009.

Ayacucho sobresale con su típico pan chapla, además de producir el chimango o misti, el pan común, el chaquiche, el puspu, la jallulla, el Huancayo, el de yuca, el francés, la wawa, la lata canca, las tortas, semitas y otros. Huancavelica tiene bollos de calabaza, panes de trigo y de achita o kiwicha, wawas y caballos, el  pan común o bollo de Huaytará, el pan de mesa o de figuras conformado por los cachitos, los cariocas, las hogazas, las manos, las trenzas, los rondines, las corbatas, el torito, la mariposa, la tortuga, las roscas y otras variedades.

La ciudad de Abancay de la región de Apurímac consume en grandes cantidades el taparaco y el pan serrano. En Cusco es muy solicitado el pan chuta de Oropesa, el pan de Huaro y el pan de rejilla. En Arequipa se elabora el pan de tres cachetes o de tres puntas, el pan de labranza, el pan de manteca y de agua, los bollos y mestizas, las t’anta wawas, las marraquetas, el pan Carpio y el pan de Ripacha. En Arequipa y Moquegua son degustados el pan de Omate y las estrellas de Torata. En Puno es común el pan de Pomata o rosca pomateña.
  
8. T’anta wawas de Junín. XIII Concurso Nacional de T’anta wawas organizado por el Museo Nacional de la Cultura Peruana. Fotografía: Sirley Ríos Acuña. 2009.

La región de Ica elabora unos panecillos diminutos llamados paciencias. La panadería de la amazonía es singular por el empleo de ingredientes locales como la harina de yuca y plátano, destacando los bollitos de Rodríguez de Mendoza en la región de Amazonas y en Chachapoyas se degusta el pan denominado puchco tortilla.

A pesar de la diversidad de panes existentes siempre sobresale un tipo de pan que identifica a cada región y ciudad. El pan chuta de Oropesa en Cusco, la chapla de Huamanga en Ayacucho, el taparaco de Abancay en Apurímac, el pan de tres puntas de Arequipa, el pan de Chongos en Junín, el pan de Chacayán en Pasco y otros más, son símbolos de identidad cultural.

Hoy las famosas cachangas del norte, preparadas sin horno ni levadura y que en Junín se conocen con el nombre de tantacho (Silva: 15) o el pan dulce lata canca de Ayacucho, pueden ser un claro testimonio de continuidad de las tantas prehispánicas que se cocinaban sin horno sobre las brasas candentes. Esta costumbre se reproducía incluso en algunas familias de Corongo, provincia de Ancash, que hacían sus panes y cachangas en el tiesto que servía para tostar el maíz o la cancha. Las cachangas de Piura tienen trozos de chicharrón (carne de cerdo frita) y son  como tortillas de harina de maíz, yuca y trigo, tan comunes en los pueblos serranos (Hocquenghem y Monzón, 1995). Estas tortillas son panes caseros.
 
9. Damasino Uldarico Ancco Condo. Valle del Colca, Arequipa. Ganador del segundo puesto del XIII Concurso Nacional de T’anta wawas organizado por el Museo Nacional de la Cultura Peruana. Fotografía: Sirley Ríos Acuña. 2009.

El pan es importante porque no sólo cumple funciones de nutrición, sino que tiene muchas funciones sociales. Por ejemplo los panes son usados como elementos sagrados en las ofrendas a los difuntos, en los ritos del ciclo agrario y ganadero, en el establecimiento de las relaciones de amistad y compadrazgo, entre otros contextos festivos y ceremoniales.

En Huaytará (Huancavelica) algunos panes especiales o bizcochos adornan los árboles de las yunzas o cortamontes durante los carnavales, en los meses de febrero y marzo. Incluso los panes de mesa o de figuras sirven de adorno a los cargadores de las cruces y a las mismas cruces del 3 de mayo. Se presentan dentro de la wallja que es un collar de panes y frutas. 

Los panes de Arequipa con forma de corazón sirven para ofrecer a los mayordomos de las fiestas patronales y para obsequiarlos a los varones. Los panes que representan cuculíes o palomas son regalados a las mujeres. En las fiestas del Corpus Christie y San Isidro el labrador del valle del Colca aparece de manera simbólica una yunta en donde los bueyes llevan sobre la frente unos panes triangulares especialmente elaborados para la ocasión.

10. Participante de Ayacucho del XIII Concurso Nacional de T’anta wawas organizado por el Museo Nacional de la Cultura Peruana. Fotografía: Sirley Ríos Acuña. 2009.


Durante la marcación del ganado o Santiago, en las comunidades campesinas de Junín, se preparan walljas o collares de la abundancia que contienen t’anta wawas pequeñas y panes con diversas formas. Estos collares se colocan a las pastoras y a sus familiares, quienes festejan a sus ganados, al ritmo de la tinya (tambor pequeño) y el waqra o waqla (corneta de cuernos de res).

Son características, en las celebraciones de Todos los Santos y Día de los Difuntos del 1 y 2 de noviembre, las t’anta wawas o los panes con formas de bebés y adultos, de animales y diversas representaciones elaboradas para la ocasión.

Queda demostrado que el Perú presenta múltiples variantes de pan regional que se ha ido desarrollando a lo largo de varios períodos históricos y aún subsistirá mientras tenga demanda entre la clientela local y foránea.



Ver el artículo completo en:

Ríos Acuña, Sirley. “La panadería tradicional del Perú y sus expresiones plásticas”. Artesanías de América,  69 (2009), pp. 125-148.




martes, 7 de mayo de 2013

Julio Gálvez Ramos: Domador de piedras de Huamanga (*)






Por Elida Vega


Como muchos "maestros" ayacuchanos, don Julio nació con una inigualable habilidad artística entre sus manos. Prueba de ello, se refleja en la estrecha relación que desde pequeño mantiene con las piedras de Huamanga, cuya dureza se transforma en "docilidad" cuando decide tocarlas y tallar en ellas, como por arte de magia, inimaginables figuras y personajes.

Si hay alguien que puede distinguir y diferenciar "al ojo" la calidad entre los muchos tipos de piedra de Huamanga que existen, trabajarla con mucho esmero y con sumo cuidado, además de proyectar creatividad en cada uno de los diseños que esculpe, ese es el maestro Julio Gálvez Ramos, máximo representante del tallado en piedra en Santa Ana, barrio ayacuchano que no solo es cuna de tejedores sino también de talladores.

Llegar a Santa Ana, cuna de la artesanía ayacuchana, no es cosa difícil, sobre todo porque escasos minutos la separan de su capital, Huamanga. Precisamente, su cercanía a la ciudad fue lo que nos impulsó en la búsqueda de quien según comentaban las buenas lenguas, es el máximo representante del tallado en piedra en la ciudad de las 33 iglesias, Ayacucho, y vaya que no se equivocaron.






SU MADRE, SU IMPULSORA

Lo encontramos en pleno descanso, pero en una muestra de humildad y caballerosidad, no dudó en abrirnos las puertas de su taller para contarnos cómo comenzó su romance con tan "dura" pareja.

Lo primero que nos aclara es que empezó desde muy pequeño, a los seis años exactamente. Y fue otro gran maestro del tallado, don Silvestre Quispe, quien cultivó en él el arte del tallado en piedra, aunque fue su madre –nos aclara– quien terminó de inclinarlo por un oficio que le significó más de un rédito en su apego por el arte.

"Regresando del mercado mi mamá se encontró una piedra de Huamanga, me levantó en la mañana, me la dio y me dijo "oye, levántate y trabaja esta piedra, tanto que dices que sabes trabajar, pero no veo nada". La miré y con un cuchillo de cocina, que ella misma afilaba en su batán, empecé a trabajarla. Tallé a mi propia madre con ojos cuadraditos, lo vendí y me alcanzó para comprar dos panes", recuerda con mucha nostalgia al recordar en esa escena a su progenitora y a sus tres hermanos.





POR TODO EL MUNDO

Con varias décadas en el oficio y con una técnica que fue perfeccionando con el correr de los años, fue reconocido en el 2,000, como Gran Maestro de la Artesanía Peruana por sus más de 50 años como artesano.

Sus trabajos no solo se lucen en los principales museos de Francia y Japón, sino que han llegado a ser valorados hasta en 6,000 dólares. ¿Un exceso? Para nada, si consideramos que todo depende de los diseños (únicos y propios), de la calidad de la piedra y de la complejidad del trabajo, que influyen directamente en el tiempo de realización. Todo un reto para las manos de este artista que desde muy pequeño soñaba con ser reconocido por el romance que lo unió desde siempre a la piedra de Huamanga.





TODO UN EXPERTO

Según nos comenta don Julio, la piedra de Huamanga, aquella que trabaja a diario junto a algunos integrantes de su familia –pues su negocio es netamente familiar– es extraída de una cantera muy grande ubicada en el anexo de Chacolla, en el distrito de Chuschi, en la provincia de Cangallo, de donde sus proveedores guardan para él los mejores ejemplares que encuentran.

Como buen conocedor del material que trabaja desde hace varias décadas, ahora puede distinguir sin ninguna complicación entre la cristalina (que es muy escasa y la más cara de todas), la blanca, la porosa y la semiporosa, que se encuentran en diferentes colores como la verdusca, la negra, la ploma, la rosada o la chispeada, todas transformadas en verdaderas creaciones artísticas por sus manos casi divinas.

"El secreto está en extraer una piedra de buena calidad. Por ello, deben ser duras como el mármol, es el primer requisito. Hace algunos años empecé a desarrollar la técnica del policromado, aplicando además el óleo y el pan de oro, los resultados han sido muy buenos y esos trabajos han recorrido los principales museos de Europa y Asia", nos cuenta lleno de orgullo.




SU MEJOR HERENCIA

Después de ganar tantos concursos y de haber sido reconocido como Gran Maestro de la Artesanía Peruana, don Julio sabe que los Gálvez, su familia, es la última gran representante de la piedra de Huamanga. Por eso, lo que más le llena de felicidad es el hecho de que sus hijos hayan decidido seguir sus pasos. Toda una recompensa para quien se ha convertido en todo un referente cuando de este material y de este arte se habla.

Y lo mejor –nos dice– es que al igual como sucedió con él, los trabajos de sus herederos han sido reconocidos tanto en el país como en el exterior. Como en el caso de su hijo Carlos, en España, o como en el caso de su hijo mayor, Edgar, cuya labor también fue reconocida en más de una oportunidad por la Escuela Superior de Bellas Artes.

Eso, como él mismo afirma, es motivo suficiente para saber que no se equivocó cuando obedeció a su madre cuando apenas tenía seis años y optó por hacer de la piedra de Huamanga, una de sus más preciadas pasiones. Pasión que demuestra en cada uno de los trabajos que realiza.

Solo basta verlo coger el cincel y apuntalar la verdusca, la negra, la ploma, la rosada o la chispeada para saber que don Julio no se equivocó al seguir los mandatos de su madre porque se convirtió en el perfecto domador de las piedras de Huamanga, labor que realiza como todo un gran maestro...


(*) Publicado originalmente el 23 de abril de 2009.  



Fuente:




viernes, 3 de mayo de 2013

La talla de piedra de Huamanga


1. Portada del libro Breve historia  gráfica de la plástica andina. Dibujos I (2001).



Por Sirley Ríos Acuña


El tallado en piedra de Huamanga es una manifestación artística característica de Ayacucho. Esta piedra es un tipo de alabastro (sulfato de cal) extraída de canteras ubicadas en los distritos de Pomabamba, Chacolla, Canchacancha y Chuschi de la provincia de Cangallo (Luján; 1987: 36, 59). Adopta la denominación quechua de niño rumi (niño de piedra) en alusión a las esculturas religiosas de niños Jesús que proliferó en la época virreinal y por su fragilidad. También es conocida como berenguela y sustituye al mármol occidental.


Al parecer, antes de la época virreinal no existió la actividad de la talla de piedra de Huamanga sino que fue con los  artistas y artesanos ibéricos que se inició en Huamanga el tallado de este alabastro, entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII (Luján; 1987: 38). En una “relación de la ciudad de Guamanga y sus términos” escrita  en  1586,  se encuentra referencias de la existencia de canteras de piedra de Huamanga pero no de su uso (Idem). Otra  información de 1626  del cronista Bernabé Cobo da cuenta de la manufactura de esculturas con dicha piedra: “En la diócesis de Guamanga hay un gran cerro lleno de vetas de finísimo alabastro blanco como la nieve, de que se labran imágenes en bulto pequeñas, muy curiosas y estimadas dondequiera que las llevan; y es tan blanda esta piedra, que remojada en agua la labran con un cuchillo” (Núñez; 1992: 174). Aparentemente fueron los imagineros de los retablos y altares de iglesias del siglo XVI los que dieron inicio a esta manifestación artística (Luján; 1987: 40).




3. Arcángel. Piedra de Huamanga tallada. Julio Gálvez Ramos. 2007. Ayacucho. Fotografía: Sirley Ríos Acuña. 2007.


4. Pastora. Piedra de Huamanga tallada. Julio Gálvez Ramos. 2009. Ayacucho. Fotografía: Sirley Ríos Acuña. 2009.


En la evolución artística del tallado en piedra de Huamanga se presentan tres etapas. La época virreinal o de apogeo en la que predomina la temática religiosa (nacimientos, calvarios, vírgenes, cristos, santos, Niño  Jesús, etc.). Las obras se cubren con un estofado de pan de oro y se emplea la técnica de la encáustica. También existieron en menor proporción obras profanas para decorar los salones.

En el siglo XIX se produce, para algunos investigadores, la etapa de la decadencia debido al cambio de la ruta terrestre Lima-Huamanga-Cusco que al mismo tiempo generó un cambio de clientela. Pero para otros estudiosos en este período se da el auge de las artes populares, se afirma en importancia una iconografía caracterizada por temas profanos y disminución del tamaño de las esculturas. Después de la Independencia proliferaron los motivos de escudos peruanos, soldados galantes, alegorías a la Patria  y  a  la  Libertad, indígenas portando la primera bandera creada por San Martín; aparecieron temas populares costumbristas de la sociedad ayacuchana como los músicos tocando  instrumentos musicales de la región, pastores, fruteros, floristas,  nacimientos y sobre todo se desarrolló el género del retrato. La encáustica  poco  a poco se fue abandonando para dejar  las  esculturas con  el  color natural de la piedra (Núñez; 1992: 177; Luján; 1987: 55-57).


5. Nacimiento. Piedra de Huamanga tallada. Julio Gálvez Ramos. Ayacucho. Fuente: http://jenny-educandoparalavida.blogspot.com.es/2011/05/la-piedra-de-huamanga-en-ayacucho.html


6. Nacimiento en el campo. Piedra de Huamanga tallada. Julio Gálvez Ramos. 1987. Ayacucho. Fuente: http://menschenrechte.org/peru_ausstellung/bilder02.htm


7. La ejecución de Túpac Amaru. Piedra de Huamanga tallada. Cirilo Gálvez Ramos. 1988. Ayacucho. Fuente: http://menschenrechte.org/peru_ausstellung/bilder02.htm


En las primeras décadas del siglo XX esta expresión artística va decayendo en producción y calidad debido a la progresiva desaparición de los arrieros y por  tanto por la reducción del mercado. Sin embargo, no llegó a extinguirse por la intervención de los artistas indigenistas, quienes al revalorarlo crearon un nuevo mercado en las ciudades. Los nuevos consumidores fueron los  intelectuales,  amantes del arte popular, coleccionistas y turistas. Desde 1960 con la afluencia de turistas y exportaciones  artesanales  la producción aumentó. Se continuaron desarrollando los temas costumbristas y religiosas. Nacen algunos artistas innovadores incluyendo en su trabajo temas históricos y regionales como el afamado maestro don Paulino Vera Sulca. Las obras se caracterizaron por ser de reducidas dimensiones y sin policromía (Núñez; 1992:180; Luján, 1987: 51).



8. Descendimiento. Piedra de Huamanga tallada. Benjamín Pizarro. Ayacucho. Fuente: http://artesaniaspizarro2.weebly.com/produccioacuten-artiacutestica.html


9. Corrida de toros. Piedra de Huamanga tallada. Benjamín Pizarro. Ayacucho. Fuente: http://artesaniaspizarro2.weebly.com/produccioacuten-artiacutestica.html


10. Músico y acompañante. Piedra de Huamanga tallada. Ayacucho. Fuente: http://artesaniayalhaj.blogspot.com.es/2010/09/artesanias-yalhaj.html


Actualmente la producción de talla de piedra de Huamanga continúa vigente con maestros que desarrollan obras con un estilo personal y rescatan la policromía de antaño, al mismo tiempo que se dedican a la línea utilitaria y decorativa por tener mayor salida en el mercado nacional e internacional. Los escultores representativos de este arte son: Julio y Cirilo Gálvez Ramos, Samuel Allca Pacotaipe, Sergio Pillaca Merlo, Elías Curi Chipana, Benjamín Pizarro, José Gálvez Quispe, entre otros.


Bibliografía     

Luján, Flor. Artesanía en piedra de Huamanga. Lima: Seminario de Historia Rural Andina – Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1987.

Núñez Rebaza, Lucy. “La piedra de Huamanga”. VV.AA. Artesanía peruana. Orígenes y evolución. Lima: Editorial Allpa, 1992, pp. 173-183.



11. Nacimiento. Piedra de Huamanga tallada. Ayacucho. Fuente: http://luna9-wwwcosasmias.blogspot.com.es/2011/06/artesania-en-piedra-de-huamanga.html




13. Nacimiento-huevo. Piedra de Huamanga tallada. Ayacucho. 2009. Fotografía: Sirley Ríos Acuña. 2013.



Fuente:

Zárate Cuadrado, Juan y Ríos Acuña, Sirley. Breve historia gráfica de la  plástica andina. Dibujos I. Lima: Seminario de Historia Rural Andina-Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2001.